En la habitación en la UCI del hospital de Ourense de Manuel Vázquez había una pared llena de fotografías y dibujos de su familia. Ese vínculo emocional que se robustece en los momentos duros. Ochenta y ocho días estuvo en la unidad de críticos este hombre de 72 años, que se contagió en la primera ola, durante un viaje en marzo de 2020 a Benidorm junto a su esposa Milagros. Él sospechaba que pudiera ser una gripe por haber bajado a la playa sin chaqueta. Entonces apenas se podía imaginar la magnitud de una pandemia que en la provincia de Ourense ha contagiado a más de 14.000 personas, 398 fallecidas. Este pasado lunes de Entroido, Manuel se unió a sus vecinos de Meréns (Cortegada) en un vídeo festivo para disfrutar del Entroido, en una celebración de la vida en estos tiempos difíciles. “Me hizo sentir que estoy bien, que hay cosas para disfrutar de la vida y para olvidarme de lo que pasó. Lo pasé muy mal y ahora me encuentro muy bien”, expresaba el señor, ayer, por teléfono.

Manuel salió en junio del área de críticos, cuando no se registraba ningún ingreso en planta o en cuidados intensivos en Ourense. Manuel y su mujer Milagros, pareja desde la adolescencia, viajaron con el Imserso a Benidorm y regresaron el 13 de marzo. La madrugada del 21 al 22 de marzo ingresó en el hospital. El hombre nunca había padecido una enfermedad grave. Fue el segundo paciente de la provincia que ingresó en el área COVID para los contagiados graves. Tras casi tres meses encamado, Manuel necesitó rehabilitación. Acudía a diario al hospital de Piñor. Después siguió con fisioterapia, por su cuenta. Ya no lo necesita, aunque su intención es retomar los tratamientos en breve, para caminar hacia la recuperación plena. Porque Manuel, por fortuna, no arrastra secuelas tan graves como otros afectados del COVID, aunque sí nota todavía algunos efectos. “Tengo un poco de molestias en los hombros. En llano camino dos o tres kilómetros, pero cuando hay una subida sí me canso un poco”, cuenta el hombre, natural de Pontedeva.

Manuel y sus vecinos, bailando para un vídeo del Entroido, este pasado lunes

“Después de pasar lo que se pasa se le da un montón de importancia a la vida, se lucha por la vida. Lucho más, todos los días hago algo de gimnasia y también camino un poco”

Manuel estaba el lunes en casa y recibió la llamada de una vecina de su aldea de Meréns, que es concejala en Cortegada. “Nos pidió que bajáramos y nos contó lo que quería hacer”. El septuagenario se animó y se puso un mandil y una peluca rosa. Su hija Patricia, técnica en emergencias sanitarias en el 061, destaca que “desde que tengo uso de razón, mi padre nunca se ha disfrazado, y mucho menos bailar una coreografía”.

Manuel, con la peluca rosa, en otro momento de la celebración

“Tan pronto salimos de casa mi mujer o yo nos ponemos la mascarilla, pero se ven muchas imprudencias porque hay personas que hacen como si esto existiera. Cuando las ves, te encuentras impotente”

De lo que cuenta Manuel se deduce el porqué. “Después de pasar lo que se pasa se le da un montón de importancia a la vida, se lucha por la vida. Lucho más, todos los días hago algo de gimnasia y también camino un poco”. Su familia estuvo con él desde el principio, cuando mandaba la preocupación y la incertidumbre, cuando la única conexión posible eran las llamadas diarias del personal sanitario para informar de la evolución. “Mi mujer y mis hijas han estado a tope conmigo, ayudándome en todo. Para mí son lo más importante”, afirma Manuel, con ganas de que se levante el confinamiento perimetral para poder ver físicamente a dos hijas que residen en Vigo, con las que el contacto mientras duren estas restricciones es mediante las videollamadas. La tecnología salva a diario la distancia.

Manuel fue uno de los pacientes graves de la primera ola, en una pandemia cuyo final aún no se conoce. “Veo imprudencias todos los días”, lamenta. “Tan pronto salimos de casa mi mujer o yo nos ponemos la mascarilla, pero se ven muchas imprudencias porque hay personas que hacen como si esto existiera. Cuando las ves, te encuentras impotente”. Por suerte, la alegría de vivir prevalece.