Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Centenarias en la era COVID: Concha, casi 101, asintomática en la primera ola y vacunada

“Antes de la pandemia estábamos cada día con ella, mañana y tarde, contando chistes, charlando y paseando; desde que se permiten visitas, hablamos a 3 metros”, dice su hijo

Concha saluda a su hijo Juan, en una visita en la residencia de la Esperanza. // BRAIS LORENZO

Hasta los 98 años, María Concepción Rodríguez Fernández –Concha–, viuda desde la década de los noventa, vivió con su familia en su casa de Ourense. Hasta que el coronavirus se propagó por el mundo afectando a todos los ámbitos de la vida, la señora, nacida en abril de 1920 en Quiroga (Lugo ), recibía visitas cada jornada, por la mañana y por la tarde, de sus tres hijos. “Antes de la pandemia estábamos con ella todos los días, diciéndole cosas al oído, contando chistes, paseando por el entorno. Desde que se autorizaron las visitas solo podemos hablar a tres metros y, como tiene una dificultad de audición y también en la vista, no es como antes. Es un ‘no te oigo’ o un ‘no te veo’. Cuando se interrumpieron de repente las visitas en la primera ola, mi madre dio un bajón tanto a nivel mental como físico. Su estado mental no es malo pero ya está un poco fuera de los acontecimientos”, expresa su hijo Juan Francisco López, de 71 años.

La pandemia no solo cortó la rutina de estos contactos asiduos, acelerando en ocasiones el declive cognitivo y emocional de los mayores que viven en residencias, sino que causó una mayor mortandad precisamente en los geriátricos. En Nuestra Señora de la Esperanza, un centro en la ciudad de la Fundación San Rosendo, en el que reside Concha desde hace más de dos años, falleció casi una treintena de residentes a consecuencia del COVID. La población que ha vivido en dos siglos, que ha sido testigo de una guerra civil, de la llegada del ser humano a la Luna, de la Transición y de la consolidación democrática, es la que más ha sufrido el daño de esta pandemia. Como principal grupo de riesgo, también han sido los primeros en recibir, desde los últimos días de diciembre, las vacunas. A Concha, como a otros miles de mayores, ya le han suministrado la segunda dosis y ha superado el tiempo para la inmunización, que se genera entre los siete y los catorce días siguientes, según los expertos.

“Es una satisfacción y una tranquilidad saber que está vacunada. Aporta la tranquilidad de que, en caso de que volviera a infectarse, ya no tendría problemas, suponemos”, valora el hijo. En la foto de perfil del WhatsApp de Juan –Juanín como también es conocido– aparecen su madre centenaria y los dos bisnietos de la señora, que es madre de tres hijos –un varón y dos mujeres– y abuea por partida triple. “Mi padre era funcionario de justicia y mi madre, en aquellos tiempos, se dedicó a la casa y a nosotros”.

Juan López, felicitando el siglo de su madre en 2020. // BRAIS LORENZO

Cuatro curadas con más de un siglo

Según los datos de la última actualización –julio de 2020– del Instituto Nacional de Estadística, en Ourense residen 243 personas con 100 años o más de vida. El INE calcula que serán 761 en 2035, con un 11% menos de población total que en la actualidad. En una provincia que baja ya de los 306.000 habitantes, en la que algunos territorios tienen un índice de envejecimiento de los más elevados del mundo, la gran mayoría de los vecinos centenarios son mujeres: 203, el 83,5%. Esta clara proporción se manifiesta, por ejemplo, en que las 4 centenarias que superaron el COVID en geriátricos de la Fundación San Rosendo son féminas.

“En la primera ola, cuando la situación era dramática, hicieron pruebas a todos los residentes y salió que mi madre era asintomática”, recuerda Juan López. Concha, que no presenta otras patologías que pudieran intervenir como factores de riesgo, superó el COVID sin notar sus efectos. Cuando recibió la noticia del positivo, la familia, como en otros miles de hogares durante este año de pandemia, experimentó días de “preocupación y pena. Temíamos que, en los últimos años de su vida, tras no haber tenido ninguna enfermedad, pudiera pasarle algo grave. Nos avisaron desde la fundación de que estaba asintomática y aislada, en cuarentena en su burbuja”, recuerda el hijo ahora. “Con la videoconferencia no estuvimos aislados de ellos, la residencia nos informaba de cómo estaba y así fue menos dramática la transición de no poder visitarla”, expone Juan. El final para esta familia fue feliz, con la enfermedad superada sin síntomas. Salvo Concha, ningún otro miembro se ha contagiado, que fueran conscientes.

En abril cumplirá 101

“Nunca tuvo nada más que lo normal y corriente. Sufrió un ictus de 24 horas, se le pasó enseguida y no le quedaron secuelas. Hubo un ingreso por una infección que determinó un poco la decisión de que estuviera en una residencia. Hasta entonces tuvimos la suerte de disfrutar con ella con casi 100 años”, destaca Juan.

Una persona y una hora a la semana es el régimen actual de visitas. “Nos vamos turnando mis hermanas y yo”. El año pasado Juan y su madre celebraron, varias semanas después, una vez que los geriátricos autorizaron la presencia de familiares, los 100 años. Mandaron las restricciones, pero hubo tarta y gestos cariñosos. En menos de dos meses cumplirá 101, ya vacunada. “No sé para abril cómo estarán las visitas, pero al menos tarta o aplauso harán en el centro”.

Compartir el artículo

stats