Dentro de la zona cero del COVID: “Ves el miedo a no despertar en los ojos de los pacientes”
Los profesionales sanitarios que trabajan en las unidades de críticos del CHUO durante toda la pandemia, “cansados, frustrados y resignados”” | La vacuna, la única opción que ven de recuperar la normalidad y disminuir la carga de trabajo

Profesionales sanitarios de la REA y la UCI del CHUO en una jornada de trabajo. // BRAIS LORENZO
“Si vieran las miserias que vemos nosotros, la gente no se relajaría tanto como lo hace”. Es el mensaje reivindicativo de Hugo Babarro, enfermo de UCI, que demuestra el sentir generalizado de un equipo que ha enraizado el sentimiento de familia, aunque sean de servicios diferentes. Los profesionales sanitarios que llevan casi un año trabajando en los servicios de la URPA (Unidad de Recuperación Postanestésica), en la primera ola, o durante toda la pandemia en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) y en la REA (Unidad de Reanimación) están “cansados, frustrados y resignados”.
Es la descripción generalizada tras un ejercicio de introspección y tanto los jefes de servicio, médicos, enfermeros y auxiliares reproducen las mismas palabras ante la pregunta repetitiva: “¿Qué tal? ¿Cómo estáis?”. Cambia el tono de voz, pero los tres adjetivos para describir su día a día son exactamente iguales: “Cansados, frustrados y resignados”.
Identifican el momento actual con la situación de marzo del año pasado, sin que el escenario vea margen de mejora. Hugo Babarro arguye que “pasó un año y estamos en el punto de salida, aquella vez lo vivíamos con incertidumbre y fue peor porque los pacientes llegaban de golpe. Ahora llegan de forma más progresiva, pero estamos mejor organizados”.

Un profesional desinfectando una habitación con una cama vacía. // BRAIS LORENZO / Alejandro G. Tesouro
Durante la primera ola, la autoorganización de los profesionales fue clave para establecer turnos, marcar protocolos y remar todos en el mismo sentido. Pero de aquella primera ola, solamente quedan en el recuerdo los aplausos y para ellos ni eso. Admiten que “no nos creíamos mucho aquellos aplausos y se ha visto, ahora nos volvemos a sentir un poco olvidados”. Entre distintos argumentos, mencionan los recortes en personal o inversión, la falta de organización durante la pandemia y la política de contratación como causas de la erosión de un sistema sanitario que se ve debilitado.
Paula Sedín ya está en casa, después de un turno tranquilo. Esta enfermera, ubicada en el servicio de Traumatología, es uno de los casos de derivación de recursos humanos a la Unidad de Críticos en momentos delicados de la pandemia para tener garantías asistenciales. Ella y su marido, como otros muchos sanitarios, se aislaron. De casa al trabajo, del trabajo a casa y los niños al pueblo.
Recuerda que “fue el 12 de marzo, me acuerdo perfectamente, le dijimos a mis padres que le llevaríamos a los niños al pueblo y lo entendieron a la perfección. Ella admite que “pues sí no te voy a negar que estamos todos cansados, resignados y frustrados por la situación, porque llevamos casi un año luchando contra esto, incansablemente, y no vemos la luz al final del túnel”. El desgaste no solo es físico, es una degradación emocional de los principios que sirvieron para construir sobre ellos la etiqueta de héroes.
“Quisimos salvar la Navidad partiendo de una incidencia muy alta y este es el precio"
Pablo Vidal recuerda por qué estamos en el escenario epidemiológico actual. El médico en UCI explica que “quisimos salvar la Navidad partiendo de una incidencia muy alta y este es el precio, no fue como en verano, donde prácticamente redujimos a cero los casos positivos. Son situaciones diferentes, pero debemos intentar hacer lo máximo posible por prevenir y protegernos, no esperar a que las cosas estén prohibidas para dejar de hacerlas”. El médico no ve a sus padres desde agosto y su homóloga, Lorena del Río, desde junio. Las restricciones también afectan a unos profesionales que cumplen con el esfuerzo diario de soportar un EPI y el empeño de traer al lado de la vida aquellos que están más cerca de la soga de la muerte. La asistencia sanitaria es intensa y directa. Un contacto cariñoso con el paciente y empático que les lleva a seguir su evolución diaria o su última despedida.

Un sanitario realiza ejercicios de movilidad a un paciente positivo en la REA. // BRAIS LORENZO / Alejandro G. Tesouro
En ese proceso asistencial, los ingresados en los servicios de críticos experimentan una intubación que es decisiva para su recuperación. Javier Cid, jefe de servicio de la UCI, admite que “cuando vienen muy pocos se salvan de intubar y conectarse a un respirador, es un proceso invasivo, donde tenemos que administrar sedantes y relajantes musculares”. Hugo Babarro admite que “cuando entran a la unidad de críticos ves el miedo a no despertar en los ojos de la gente”.
Fátima Fernández, auxiliar, enfatiza que “el miedo se ve y se siente en el paciente, porque no sabe lo que le puede pasar. Es muy difícil decirle que le vamos a dormir y que se va a despertar en unos días”. Su saludo empático no falta aunque estén sedados y no escuchen, les sonríe con los ojos y les saluda aunque no haya réplica porque “cuando están despertando, que es un proceso progresivo, es difícil, porque estás sedado, no sabes donde estás y hablarles, para ellos, les vale mucho”.
"Es muy difícil decirle a alguien que le vamos a dormir y que se va a despertar en unos días"
Para Lorena del Río la organización es la materia a mejorar y argumenta que “tenemos que hacer frente a los pacientes COVID, los positivos que son negativos y las patologías comunes. Porque los pacientes negativos en críticos están igual que los intubados, están muy mal y no es lo mismo, tener 60 camas disponibles en una unidad concreta, que tener 60 posibles camas para habilitar entre los diferentes servicios. A nivel organizativo te dificulta más y para los médicos más, ya que tienes que controlar 12 pacientes en la REA y 5 en la UCI, es decir servicios diferentes”.
La diferencia sustancial entre los servicios de críticos habilitados en la actualidad, la REA y la UCI, es que en el primero la carga de trabajo y el esfuerzo debe ser mayor porque es una unidad abierta donde hay más pacientes y están en un mismo espacio, por lo que quitarse el EPI al terminar de atender a los pacientes no es una opción. hay que permanecer con él durante horas. En la UCI, tras la atención, si se puede quitar el EPI porque son boxes individuales y, además, la cantidad de pacientes es menor.

Una enfermera escribe el nombre de su compañera para identificarla con el EPI. // BRAIS LORENZO / Alejandro G. Tesouro
Un ejercicio profesional que implica esfuerzo, responsabilidad, tesón, fortaleza, dedicación y energía. Un conjunto de principios que flaquean cuando se acerca la hora de emprender el camino para ir a trabajar y revivir la misma situación estresante que produce angustia, episodios de ansiedad e incluso insomnio. Los profesionales consultados describen como un “acto de conciencia” ese camino hasta el hospital. Un estado de hastío hasta que llegan a la unidad, donde la adrenalina por trabajar hace que desaparezcan esos sentimientos y den lo mejor de cada uno.
"La vacunación es la única opción para recuperar la normalidad y disminuir la carga de trabajo"
Tienen la sensación de una cuarta ola y todavía estamos en el pico de la tercera. Para parar eso, ven en la vacunación, la única forma de frenar de raíz la transmisión del virus y volver a la normalidad. Sus esperanzas vuelven a coincidir y aluden que “es lo único en lo que creemos para volver a la normalidad y disminuir la carga de trabajo”, después de que la sociedad haya fallado. Por eso, les piden, por enésima vez durante casi un año, que cumpla las medidas de protección y prevención, no se relajen y con el objetivo de que puedan descansar. Sus turnos se organizan por jornadas de trabajo, guardias y turnos a doblar, sin disfrutar de sus descansos reglamentarios.
Se cansan de repetir el mensaje para evitar que una persona sana o con patologías pase dos o tres semanas intubado en la unidad de críticos, con la administración de sedantes, relajantes musculares, cortisona, tratamientos contra el COVID y que el estado de relajación permanente en la cama del hospital derive en falta de motricidad y movilidad, pérdida del habla, dificultad respiratoria grave o secuelas de por vida. Y ese escenario en el mejor de los casos, el peor es decirle un hasta luego a la familia, que resultó ser un hasta nunca.
(Gracias al Sergas por aceptar y gracias a Brais Lorenzo por la insistencia y perseverancia de visibilizar el trabajo de la UCI y la REA y los peores efectos del COVID en una unidad de críticos).

Profesionales sanitarios de críticos intentan darle la vuelta a un caso positivo por COVID. // BRAIS LORENZO
Javier Cid: “En las estadísticas, no figuran los negativos que están en UCI”
Javier Cid es el jefe de servicio de la Unidad de Críticos y lleva casi 40 años en el servicio. Admite que “nunca nos faltó una cama para un ingreso COVID o no COVID. En la primera ola vinieron más de golpe y ahora es más progresivo”. Su labor como gestor es tender puentes de entendimiento entre las directrices de la dirección y el personal a su cargo. Sobre las estadísticas actuales, dice que “los datos no cuentan el paciente que ya es negativo, pero sigue grave e intubado y que requiere asistencia sanitaria, son pacientes que están mal y no figuran en los datos”.
Pablo Vidal: “En esta ola vemos a más familias enteras contagiadas”
“Ahora, en esta tercera ola vemos más familias enteras contagiadas, con el padre o la madre, en la UCI y preguntando por el resto de la familia, emocionalmente estamos acostumbrados a estas situaciones, pero se acentúa con el COVID”, dice Pablo Vidal, medico ucista. Nueve años de servicio en el que nunca ha tenido tanto cansancio físico y mental. “No vivimos a medio largo plazo, si no día a día. Dicen que hemos pasado el pico, pero no lo sabemos con exactitud y tenemos el miedo en el cuerpo de que todavía estamos en la subida. Esperemos no llegar a la situación de Coruña”.
Lorena del Río: “Llevo desde junio sin ver ni a mis padres ni a mi hermano”
Lorena del Río es de Zamora y médica de UCI en el hospital ourensano. A los sanitarios también le afectan las restricciones y admite que “llevo desde junio sin ver ni a mis padres ni a mi hermano. Hay que ser consecuentes con las restricciones, pero no esperar a que te las impongan para cumplirlas”. Critica la actual organización por estar repartidos los pacientes COVID en diferentes áreas lo que dificulta el trabajo.Lorena dice que “da la sensación de que la organización es un poco errática”.
Hugo Babarro: “Parece que hemos asumido que mueran 700 personas al día”
Hugo Babarro es enfermero en la Unidad de Críticos, con una labor reivindicativa durante toda la pandemia. Defiende la visibilización del trabajo en el servicio para que la sociedad vea “lo mal que se pasa en la UCI siendo positivo”. Critica la gestión a nivel político por los mensajes contradictorios que se dan y reflexiona socialmente diciendo que “parece que hemos asumido que mueran 700 personas al día en esta sociedad, no se ha visibilizado lo suficiente el problema real que es la pandemia”.
Fátima Fernández: “Escuché un hasta luego que resultó ser un hasta nunca”
Fátima Fernández es técnica en cuidados auxiliares de enfermería en la UCI del CHUO y desvela la experiencia que más le marcó durante toda la pandemia. Dice que “fue un paciente que ingresó una noche y me tocó a mí. Lo llevé durante unos días y se fue poniendo peor, quiso llamar a su hija para hablar con ella y le dijo un hasta luego. La hija tuvo la fortaleza, sabiendo que quizás no saldría, animarlo y decirle hasta luego. Escuché un hasta luego que fue un hasta nunca, eso te afecta”.

Una enfermera ayuda a incorporarse a un paciente en la REA. // BRAIS LORENZO
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