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Profesores Erasmus sin miedo al COVID

Manuela Raposo, Elisa Alén, Noelia Estévez y Patricio Sánchez

En medio de la incertidumbre que generó la pandemia del COVID-19 en su fase inicial y el esfuerzo que supuso para el profesorado del campus adaptar su programa a la docencia virtual, varios profesores vieron peligrar también su estancia universitaria programada a través de la convocatoria Erasmus+ de la Unión Europea. El cierre de universidades y las restricciones para viajar enredaron plazos y complicaron la situación pero no todo se perdió con el coronavirus.

Varios docentes del campus de Ourense lograron cubrir su estancia universitaria fuera del calendario previsto y regidos ya por las nuevas exigencias que impone el COVID, pero sin que los riesgos que entraña la nueva normalidad hayan supuesto un obstáculo. Estas son las experiencias de cinco de ellos.

Manuela Raposo, profesora titular del área de Didáctica y Organización Escolar de la Facultad de Ciencias da Educación e Traballo Social, pudo realizar dos estancias en septiembre y octubre en las universidades de Coimbra y Trás-os-Montes e Alto Douro (Vila Real), ambas en Portugal, con las que el centro mantiene desde hace años una línea de colaboración e intercambio.

“Soy una adicta. Fui una estudiante Erasmus en Austria y desde que me incorporé a la UVigo, siempre que tuve la oportunidad participé en estancias tanto a nivel nacional como internacional”, explica. De hecho, los diferentes programas de movilidad la han llevado por toda Europa y Latinoamérica.

Tanto en Vila Real como en Coimbra la consigna era la misma, los estudiantes en casa y el profesorado en la universidad, aunque los protocolos, explica, eran diferentes. Mucho más estrictos en Coimbra, donde un guardia de seguridad tomaba nota cada día del nombre, teléfono y estancias en las que iba a estar para facilitar el rastreo en caso de que se detectase un positivo. Las reuniones ya no estaban permitidas en los gabinetes y se celebraban en el claustro: “De pronto la universidad salió a la cale y esa fue una experiencia que me impactó; una universidad tan vetusta y tradicional recuperando esa idea del ágora con grupos de personas reunidas hablando de proyectos o de la organización de un congreso”.

Manuela Raposo no tuvo dudas y acudió a las dos citas aunque en ninguna llegó a tener contacto con el alumnado. “Pero aprendes, hay un poder inmenso de adaptación en la humanidad. Los estudiantes percibieron la tecnología como una herramienta para llegar al conocimiento pero también para aproximarse a profesionales a los que de otra manera no tendrían acceso”. La movilidad, afirma, es enriquecedora en todos los sentidos. “A veces no conocemos lo próximo, y otras estamos tan acostumbrados a lo de alrededor que nos parece que no hay nada más allá. Esta apertura de miras, de mente, es lo que más valoro en estas experiencias de intercambio. Para mí son una bocanada de aire fresco”.

El destino de Antonio Ferriz, profesor del área de Física y docente en la Escola de Enxeñaría Aeronáutica e do Espazo, era Friburgo (Alemania), en la misma universidad en la que realizó su tesis doctoral en Astrofísica. La pandemia modificó su programación y cambió las clases teóricas previstas para el mes de mayo por un curso práctico en el Observatorio Solar de Schauinsland, en Selva Negra. Los telescopios solares alemanes están ahora en el Observatorio del Teide, en Izaña, explica, pero la instalación se mantiene abierta como centro de divulgación científica y para las prácticas que los estudiantes de Astrofísica de Friburgo realizan todos los años durante el mes de agosto.

“En condiciones normales, yo habría ido como profesor de intercambio a dar parte de una asignatura teórica en mayo o junio, pero en el segundo cuatrimestre la docencia pasó a desarrollarse de manera telemática y la única opción de docencia presencial que quedaba era la de dirigir un grupo de prácticas en el Observatorio, lo cual también ha sido una experiencia interesante para mí”, afirma.

Elisa Alén, profesora en la Facultade de Ciencias Empresariais e Turismo, viajó en julio al Instituto Politécnico do Porto (Portugal), donde impartió docencia tanto de grado como de máster en la Escola Superior de Hotelaría e Turismo, de Vila do Conde. “Con las medidas oportunas de protección no hay problema, lo peor fue la planificación porque hubo que mover fechas y llevar la estancia al final del semestre”. De hecho, su destino inicial era Francia. En aquel momento, relata, apenas había incidencia del COVID y la docencia pudo ser presencial. “El intercambio siempre es positivo, traes ideas pero también las aportas”.

Patricio Sánchez, coordinador del máster de Gestión Empresarial del Deporte, tenía Porto como destino, pero la estancia se fue retrasando a causa de la pandemia y ya en noviembre, cuando se fijó definitivamente, la presencialidad era imposible y tuvo que impartir la docencia telemáticamente desde su despacho de la Facultad de Ciencias Empresarias e Turismo.

“No es lo mismo pero entre hacerlo virtual y no hacerlo, elegí la virtual”. Sánchez fue alumno Erasmus en Irlanda y destaca que la experiencia es “tremendamente enriquecedora” también como docente. Ha participado en programas en Finlandia, Italia y Portugal y afirma que es muy interesantes ver como funcionan otras universidades: “Siempre te traes algo que te enriquece a nivel personal y profesional”.

Noelia Estévez Rionegro, profesora asociada del departamento de Lengua Española en la Facultade de Educación e Traballo Social se estrenaba el curso pasado en el programa Erasmus+ y tenía su destino en la Università di Verona (Italia), pero la docencia también fue virtual.

Cuenta que llegó a la UVigo a finales de 2018 y tomó contacto con este programa a través de un compañero que lo solicitaba siempre que podía. “Desde ese mismo momento comencé a esperar entusiasmada la siguiente convocatoria para hacer mi solicitud”. Viajar, añade, “me motiva más cuando tiene un componente profesional o académico añadido que me permite conocer el país no solo a nivel turístico o cultural, sino también por el funcionamiento de sus instituciones educativas”. Eligió Verona y La Sorbonne Nouvelle – París 3 pero “la pandemia lo frustró todo”. La estancia en Francia estaba prevista para el mes de abril pero se canceló dos veces.

En Italia se mantuvo en otoño, pero en versión telemática. “Me conformé con la única opción que me quedaba y realicé la estancia a distancia, una paradoja que también sirve para poner a prueba nuestra versatilidad”. La sensación, explica Noelia Estévez, “es similar a la de efectuar una visita virtual a un museo: una especie de simulación”. A pesar de tener que renunciar a la movilidad, la docente ve aspectos positivos en la experiencia. “Afortunadamente, las tecnologías posibilitan alternativas y soluciones ante situaciones como la que estamos viviendo; a mí me han permitido llevar a cabo el programa e impartir las clases, que era el cometido, conocer y llegar a otros alumnos, conectar con otros profesores e investigadores, observar su forma de organizar sus clases y su trabajo”. Pero echa de menos el enriquecimiento personal por lo que, avanza, “si puedo optar a otro Erasmus y es presencial, volvería a elegir Verona como destino para poder completar la experiencia”.

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