En el Ourense confinado, con las entradas y salidas restringidas y las reuniones de personas no convivientes prohibidas desde hace más de un mes, una de las fiestas principales ha tenido que reinventarse, cambiando de dimensión y de escenarios. El magosto se celebró en el domicilio más que en el monte y muchas asociaciones renunciaron a una tradición arraigada en el festivo local de San Martiño, atípico en este año de la pandemia. En la parroquia rural de Seixalbo, los vecinos adaptaron la fiesta a los tiempos del virus. Los miembros de la asociación asaron 25 kilos de castañas, más incluso que otros años, para contrarrestar la falta de chorizos y vino. Los vecinos pasaron a recoger su ración, de una docena, atendiendo las indicaciones de mantener distancias y no formar aglomeraciones. A última hora, los organizadores se disponían a llevar el magosto a domicilio a una veintena de ancianos que apenas salen.
