En Ourense, la provincia en la que más se ensaña el fuego, donde se concentra el 23% de la superficie forestal calcinada en toda España en lo que va de año y la mitad de los sucesos catalogados como un gran incendio forestal –ardieron 13.000 hectáreas en este territorio del interior–, los bomberos forestales de la BRIF con base en Laza han tenido que esforzarse en la misma correspondencia. Máxima exigencia en el año más difícil, en el que estalló la pandemia de Covid sin que se relajara la lacra de los incendios, un mal crónico. Este pasado sábado, 31 de octubre, finalizaron la campaña de extinción, que se prolongó durante cuatro meses y medio desde su comienzo el 17 de junio. El balance de los especialistas de Laza –61 trabajadores más los pilotos– mide su dedicación: 321 horas y 28 minutos de vuelo –se desplazan en helicóptero a las mismas puertas del fuego, preparándose desde el aire para el trabajo al que se enfrentan– y la participación en 74 operativos de extinción, diez de ellos por grandes incendios forestales u operativos de importancia. Solo son mileuristas.

En 14 ocasiones fue necesario activar al turno de guardia localizada en el domicilio, para reforzar el operativo. La actividad en labores de extinción de la BRIF de Laza demuestra la situación de alerta que vive Ourense en la campaña de máximo riesgo. Estos bomberos forestales totalizaron muchas más horas de vuelo que sus compañeros de las bases de Tabuyo, en León, que cooperaron en varios incendios en Galicia y cierran la temporada de extinción con 26 intervenciones, 230 horas de vuelo y una activación del turno de guardia en domicilio. La BRIF Tineo (Asturias) actuó en 24 operativos de extinción –también colaboró en fuegos de Ourense– y totalizó 158 horas en el aire. La de La Iglesuela del Tiétar, en Toledo, sumó 134 horas de helicóptero y 8 salidas a incendios este año.

“Finalizamos campaña de extinción y comenzamos la campaña de prevención, aunque estaremos disponibles para acudir a incendios si fuese necesario”, avisaban este sábado desde la BRIF de Laza. “Finaliza una campaña atípica, marcada por el coronavirus, que provocó que cambiásemos nuestra forma de trabajar y de organización, creando un turno que hizo que fuésemos más eficientes y eficaces a la hora de actuar en los incendios, fortaleciendo y potenciando nuestra capacidad de extinción”.

Un trabajo de ultrarresistencia

El estudio CREIF, en el que participaron 500 especialistas en extinción de incendios forestales de las diez BRIF que hay en España, concluyó que el volumen e intensidad medio que soportan estos trabajadores es similar al de deportes de ultrarresistencia, debido a las altas temperaturas, estrés, deshidratación, inhalación de humos y trabajo cardíaco en terrenos escarpados, que aproximadamente equivale, en los operativos de cinco a diez horas, a una etapa de una vuelta ciclista como el Tour, a más que una maratón.

Vuelan al lugar donde arde. Tras dos pasadas sobre el incendio para hacerse una composición desde el aire, acuden a uno u otro flanco o a la cabeza del fuego, bajo la coordinación del director de la extinción, un agente o técnico de la Xunta. Trabajan con ataque directo o indirecto, pero a menudo pegados a la llama, con batefuegos cuerpo a cuerpo. Antes volvían al paro por Navidad pero los miembros de la BRIF ya son fijos y su servicio se ha convertido en permanente y estable. Finalizado el periodo de extinción, más estresante, se dedicarán a evitar los próximos fuegos, con labores preventivas como quemas controladas o desbroces.

Un verano con dos víctimas

Estos especialistas, junto a una pareja de bomberos forestales de Portugal, fueron los primeros efectivos de emergencias que auxiliaron a los dos pilotos que sufrieron un accidente en un hidroavión el 8 de agosto, mientras colaboraban desde el dispositivo portugués en la extinción de un fuego transfronterizo en el parque natural del Xurés, uno de los espacios naturales más castigados cada año, a pesar de su protección ambiental.

Consiguieron reanimar al piloto, Jorge Jardim, pero terminó falleciendo por las graves lesiones. Tenía 65 años. Ayudaron al copiloto Maxi Plaza, un salmantino de 38 años, que semanas después del alta hospitalaria falleció en casa. “Finaliza la 17ª campaña de la BRIF Laza, una que nosotros nunca olvidaremos, marcada por un trágico accidente que nos recuerda que somos “hormigas” en este mundo de los incendios. Ojalá hubiese tenido un final feliz. Nosotros no os olvidamos. Volad alto. Jorge y Maxi”.