Entre estos cartones duerme un hombre, en el parque de A Ponte. | // BRAIS LORENZO

La segunda ola de la pandemia suma el frío, que se irá recrudeciendo en los próximos meses, a uno de los factores añadidos que influyeron menos en la evolución de la crisis sanitaria en primavera, cuando la emergencia prorrumpió. Pasar la vida a la intemperie es más difícil que nunca, en un contexto de pandemia con el virus descontrolado y un estado de alarma que establece un toque de queda cada noche, de 23 a 6 horas. En la primera ola, el Concello de Ourense habilitó albergues adicionales al del Fogar do Transeúnte y reservó el pabellón de Oira para que las personas sin hogar que hubieran contraído el Covid-19 y fueran asintomáticas, o presentaron solo manifestaciones leves de la enfermedad, pudieran guardar la cuarentena. En esta segunda fase de la pandemia solo permanece abierto, por ahora, el albergue habitual de la Praza do Trigo, que dispone de veinte plazas, de las que doce están ocupadas, según el concejal Telmo Ucha, entre cuyas numerosas competencias se incluye el área de servicios sociales. Cruz Roja calcula que unas 20 personas pernoctan en Ourense en los lugares donde pueden, porque no tienen techo. En la calle, en cajeros o en viviendas abandonadas. Como J., que lo hace en una cama improvisada bajo cartones en el parque de A Ponte. El Concello quiere elaborar un censo de estas personas “para ayudarles lo máximo posible y con la máxima celeridad para contener el impacto del Covid entre los sin techo”. El gobierno municipal prevé tener esta tarea terminada la próxima semana.

Efectivos de Policía Local, Protección Civil y Asuntos Sociales colaboran en un operativo para visitar a este colectivo, conocer la situación particular de cada caso e informar de los recursos disponibles. También lo hacen, cuatro veces a la semana y una noche cada quince días, técnicos y voluntarios de Cruz Roja. “No podemos quedarnos de brazos cruzados ante personas sin recursos”, dice el edil Ucha. Señala que, si la capacidad del albergue municipal se ve desbordada, se habilitarán recursos adicionales, como en la primera ola. “Valoraremos desde Asuntos Sociales qué otros servicios o medidas urge adoptar”.

Algunos no quieren albergue

Diego Conde es técnico del proyecto de atención integral a personas sin hogar, una iniciativa de la Cruz Roja de Ourense. “Salimos de martes a viernes y hacemos una visita nocturna cada quince días, ajustando el horario al toque de queda. Informamos y recomendamos a estas personas que acudan a los recursos”, explica. Los sin techo que no son de Ourense se mueven a otras ciudades, aunque con las restricciones de confinamiento perimetral lo tengan difícil. “Se limitaron las líneas de tren, no tienen posibilidad de llegar en coche y además el autostop se ha reducido mucho, por el miedo al contagio”.

“Los que sí lo son de Ourense buscan un sitio donde meterse”. En el albergue el periodo máximo de permanencia es de tres días consecutivos por cada trimestre, “aunque hay casos a los que se les está renovando”, dice Conde. Es una posibilidad que depende de la valoración de cada caso de la trabajadora social. No obstante, no todos quieren acudir,, puesto que rigen normas como levantarse a las 7.30 horas o guardar silencio a partir de las 23. “Aquellos que no quieren ir se recogen a las nueve o diez de la noche, en cajeros o casas abandonadas, más ahora que llueve o hace frío y con el toque de queda no pueden estar moviéndose desde las 23”, añade el técnico.

El Fogar do Transeúnte, en el que se ofrece alojamiento, valoración, manutención y servicios de higiene y lavandería, aún tiene plazas disponibles y la evolución de la demanda determinará si este único recurso municipal, a estas alturas de la segunda ola, resulta suficiente para la tercera ciudad de Galicia. “Si empieza a acudir más gente para quedarse, probablemente habrá que reforzar”, opinan desde la ONG.

Una mayor “vulnerabilidad”

Los técnicos y voluntarios de la entidad social que se ocupan de las visitas de calle entregan bebidas calientes, comida y material del que no dispongan las personas sin hogar, como sacos de dormir o mantas. “Sobre todo se les da información para que sepan de qué recursos disponen y como están las cosas, aunque en la propia calle se van enterando unos por otros”, dice Diego Conde.

En los meses de la pandemia, estas manos solidarias contribuyen con una aportación añadida. “Como pasa en otros ámbitos de la sociedad, hay personas a las que les da igual y no usan la mascarilla, pero nosotros insistimos y se las ofrecemos. También lo hacen en el comedor social y en el albergue, que les facilita una diaria. Pero la situación lógicamente es más vulnerable en el contexto actual, sobre todo para las personas que deciden no acudir a ningún recurso”.