Hace cinco meses que Felipe Balboa (49 años) abandonó el hospital y regresó a su casa en el barrio ourensano de A Carballeira. Pasó 42 días en la UCI y seis en planta, pero todavía se encuentra en fase de recuperación del Covid-19. El virus le "enganchó", dice, y aunque ya se libró de él y ha generado anticuerpos, sigue condicionando su vida.

Rita de Lago (52 años), fue la última trabajadora de centros sociosanitarios en negativizar durante la primera fase de la pandemia. El 18 de junio, tres meses después del primer test positivo, su organismo logró desprenderse del coronavirus, pero no de las secuelas. Es una paciente de lo que han llamado el Covid persistente. No pasó por UCI ni llegó a estar hospitalizada pero presenta una larga lista de síntomas que la mantienen, como dice Felipe, "enganchada". Rita, que sigue de baja laboral, añora su trabajo de cocinera en la residencia San Carlos de Celanova, el primer centro de mayores que registró un foco de coronavirus en la provincia y domicilio de la primera víctima mortal de la pandemia en Ourense. Quiere regresar, recuperar su vida "de antes". Hay dos cosas, dice, que le preocupan enormemente: "No poder volver a ser la persona que era y que las secuelas no desaparezcan, que se hagan crónicas".

Tanto Rita como Felipe siguen con preocupación el ascenso de la curva de contagios en Ourense. En plena segunda ola del coronavirus, en el epicentro de la "bomba vírica" que ha provocado el cierre de Ourense y Barbadás y reducido las relaciones sociales exclusivamente a los convivientes no se acaban de creer que todavía existan reticencias al uso de la mascarilla y que mucha gente siga haciendo vida normal buscando la manera de eludir las normas.

"Parece que no han entendido la situación y me duele que esto esté pasando porque ahora no es algo nuevo, esto ya lo vivimos. La enfermedad existe y causa muertes". Lo dice Felipe, de profesión docente, a quien el virus SARS-CoV-2 atacó con dureza. "Estuve en la UCI y ese es el último lugar al que llegas, más allá no hay nada, si te llevan a la unidad de críticos es porque ya no hay otra manera de actuar contigo. Y se pasa mal, pierdes la noción del tiempo y del espacio, hasta que llevaba 20 días en la UCI no supe que estaba en Ourense, pensaba que estaba en otro hospital", relata. Felipe superó dos neumonías consecutivas y lo intubaron dos veces. Cinco meses después, los recuerdos de lo que vivió empiezan a ordenarse. Sensaciones extrañas, el paso de las horas, la soledad... El personal sanitario siempre estaba cerca y eso ayudó, afirma, pero le faltaba el contacto con los suyos, con su propia realidad.

De todo aquello todavía quedan secuelas. "Me dijeron que la recuperación sería larga, de seis a doce meses, que no me desanimara". Y no lo hace. Celebra cada pequeña mejora como el atleta que con tiempo y esfuerzo logra reducir una centésima de segundo en su marca: "Lo que viví fue tan fuerte que no me preocupa el tiempo que me lleve recuperarme del todo. Lo importante es ir dando pasos, aunque sean pequeños, pero darlos hacia adelante y no hacia atrás". Esta máxima se la aplica a sí mismo pero también a la sociedad en un momento muy preocupante de ascenso de los contagios.

Felipe Balboa pasó 42 días en la UCI y todavía presenta secuelas. // Iñaki Osorio

"He pasado el verano con el mínimo contacto posible con mi familia y amigos y sigo sin mantener relaciones sociales, pero salí este sábado y me quedé asustado viendo que la gente sigue haciendo vida normal. Las restricciones no se dirigen exclusivamente a la hostelería, también nos piden que estemos solo con el grupo de convivientes y que no salgamos de Ourense y Barbadás. Lo que nos están diciendo es que nos quedemos en casa pero en ese paseo vi gente a patadas. Y de ahí vienen los contagios y vuelta a empezar otra vez", señala Felipe Balboa.

"La gente tendría que sacrificarse porque no es tanto lo que se nos pide, si tuviésemos un mínimo de conciencia de colectivo, de sociedad, deberíamos ser un poco solidarios todos y arrimar el hombro. No lo va a arrimar solo el personal sanitario, el sociosanitario o el docente. Todos tenemos que poner algo de nuestra parte y no lo estamos haciendo", añade Felipe.

En la misma línea, Rita De Lago lamenta "ciertas actitudes" en la gente: "Me asombra que, con todo lo que sabemos, sigamos sin cumplir las normas, sin poner la mascarilla ni respetar las distancias de seguridad. El virus mata, deja secuelas y afecta a la economía". Rita se muestra muy preocupada por la situación en las residencias y pide máxima prudencia: "Todos tenemos que poner de nuestra parte. Si no se puede salir, pues no se sale y los contactos con los seres queridos tendrán que esperar. Hay que ser consecuentes porque de esto depende la vida de mucha gente", concluye.