En la aldea de Boazo no salen de su asombro. "¿Juan? Aquí se llamaba José", dice la vecina de enfrente, dueña de la tienda en la que compraba y comía el detenido. Tanto fue el trato con él que asegura que los primeros días tras la detención incluso lo extrañó: "Es que era un vecino más, y muy educado y buena persona. No puedo decir cosa mala de él porque en el año y medio que estuvo aquí no hizo nada malo". Esta mujer no sabía al inicio de la conversación el delito que había cometido el prófugo. Al conocerlo se estremece y cambia el tono. "Qué sinvergüenza, se me pone la piel de gallina".

También le extraña que hayan tardando tantos meses en encontrarlo. "Tenía teléfono, internet y todo, algo tenía que estar a su nombre". Nadie en el pueblo sospechó que hubiese algo raro. No sabían mucho de su vida pero tampoco preguntaban.