Este septiembre, Ourense recordó al octubre pasado. Las llamas atacaron la provincia por todos los flancos posibles destruyendo una masa forestal de gran calidad y un gran patrimonio natural. El Parque de O Xurés fue rodeado por las llamas, el Macizo Central estuvo en estado de alerta por seis incendios forestales simultáneos y la comarca de Verín vive un infierno permanente cada verano con Cualedro como capital del averno.

Los incendios devastan masa forestal y afean una provincia que vive un fuego permanente en el S. XXI donde se contabilizan más de 11.500 hectáreas quemadas de media cada año. Un dato que demuestra un problema transversal que nadie ha sido capaz de extinguir, aunque si de apagar temporalmente. En los primeros 20 años de siglo, la provincia contabiliza 230.652 hectáreas quemadas, lo que supone un 30% de la superficie total. Es decir que actualmente tiene un tercio de su provincia que ha sido o está siendo devastado por las llamas, aunque a veces arda sobre quemado en municipios como Cualedro, Muíños, Montederramo, Vilariño de Conso, Chandrexa de Queixa, Manzaneda, A Gudiña o Vilardevós, entre otros.

El Plan de Prevención y Defensa contra las Incendios Forestales de Galicia (Pladiga), de la Consellería de Medio Rural, define los distritos de Ourense como uno de los puntos calientes y de alta actividad incendiaria y es que Ourense padece de media cada año 2.157 siniestros forestales (conatos más incendios mayores de una hectárea) sin que ni las autoridades públicas ni los servicios de emergencia contratados puedan rebajar un guarismo que denota un problema más profundo.

Las autoridades competentes, arguyen que el monte no se quema solo, pero es que la actividad de los incendiarios supone un gasto no solo en recursos humanos para luchar contra el fuego, si no una preocupación constante para parroquias o localidades lejanas al núcleo urbano y ancladas en parajes forestales donde el fuego aparece una y otra vez, amenazando su patrimonio.

Estadísticas

Ourense es la provincia de España más castigada por las llamas en los últimos 20 años y el noroeste peninsular uno de los más afectados de Europa. Si Ourense contabiliza más de 260.000 hectáreas quemadas en lo que va de siglo, León no se queda corto. La provincia castellano-leonesa, que linda con la ourensana, es la segunda más afectada con más de 147.000 hectáreas calcinadas en los últimos 20 años. Los incendios son una de las problemáticas que cada verano los poderes públicos intentan combatir, pero hace falta un plan más agresivo contra la actividad incendiaria si realmente se quiere terminar con una lacra que cada verano mantiene a vecinos, servicios de emergencias y poderes públicos pendientes de una devastación permanente.

El peor registro de hectáreas quemadas en un mismo año lo tiene Valencia donde en 2012 alcanzó 44.000. Pero es que las cifras indican que la actividad incendiaria de la provincia de Ourense no tiene comparación con ninguna otra. La región ourensana superó en 2005, 2011 y 2017 las 30.000 hectáreas calcinadas, y en ningún año del nuevo siglo se bajó de las mil siendo el 2014 el año que menos incendios se produjeron y por consiguiente que menos hectáreas ardieron que fueron 1.097.

Aunque esta correlación sea sencilla, en muchos de los casos, depende de más factores como la climatología, pero también depende la zona y la hora en la que aparecen los incendios. Los informes del Ministerio de Transición Ecológica y los de la Consellería de Medio Rural describen que los fuegos en zonas protegidas aparecen de noche (a partir de las 22:00) cuando los medios aéreos no pueden actuar.

Otro de los factores clave para paliar esta lacra es la identificación de incendiarios por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. A este respecto, Ourense acumula en lo que va de año un total de 30 personas detenidas e investigadas, lo que supone el 55% del total de Galicia. La última una mujer sexagenaria que fue sorprendida por varios vecinos cuando prendía fuego en el concello de Vilar de Barrio. En dicho atentado, la masa forestal afectada ascendió a 10 hectáreas ardidas.

Las lluvias fueron la mejor medicina para el infierno que asoló la provincia durante la anterior semana donde se contabilizaron 18 incendios que arrasaron más de 9.000 hectáreas y aumentan a 15.000 las devastadas este año, a expensas de la cifra oficial que dé la Consellería de Medio Rural al final del ejercicio. Un problema de todos que no cesa. Una provincia devastada cada año por las llamas y la sensación de esperar a que solamente la lluvia amaine una preocupación periódica.