El timbre los altera de la siesta y todos se acercan al punto más cercano a la puerta de entrada para ver qué pasa. Piensan que igual es la última jornada encerrados en la perrera municipal o que les toca paseo. Entre los 250 perros que hay en la Protectora de Gatos y Perros de Ourense hay cuatro que son los más mayores del lugar. Los llamados "abuelos" caninos.

El caso más particular es el de Dolores. Está en la parte de atrás de las instalaciones y mientras todos corren hacia la puerta, ella no aparece. Es necesario llamarla dos o tres veces: "Dolores, Dolores". Una cabeza marrón se acerca y aparta con elegancia a los demás para buscar contacto. "Esta es Dolores tiene 12 años y es muy cariñosa. No sabemos qué raza es, porque ni el veterinario lo sabe. Es mestiza eso sí y tiene leishmaniosis. La verdad que no sabemos cómo llegó ni cuántos años lleva aquí, es la más mayor del lugar", dice Area Cid, responsable de Progape.

Está rodeada de otros perros más tranquilos en una zona de sombra que se estructura como un pasillo largo con varias casetas alargadas. "Solemos tener aquí a los más tranquilos porque es una zona resguardada y así están todos más tranquilos".

A su lado aparece otro perro que se sienta mientras los demás buscan con la nariz una caricia entre el hueco de la puerta. "Este es Saltarín que tiene 10 años y tiene otitis crónica. Antes estaba en una zona en la que la verja era alta, pero él saltaba tanto que se escapaba. Una vez, estaba en una celda y en la parte de arriba de la verja estaba sin vallar, es decir, de la verja al tejado queda un espacio. Pues bien, saltó tanto que llegó a la de al lado y menos mal que lo hizo de día, porque el de al lado no se lleva muy bien con los perros y podría haber sido fatal para él. De ahí le pusimos el nombre".

Mientras Dolores lloriquea por un paseo que no llega, Saltarín se sienta sobre sus patas traseras a descansar. No es el último día en la perrera ni tampoco el turno del paseo.

Deben medicarse para sus patologías, pero son pastillas que toman todos los días. A veces, en salchichas (que es lo que más le gusta), pero otras con latas. Así es la vida del abuelo.

La tercera más mayor se llama Luján. Tiene los ojos marrones y 10 años en su carnet de identidad. No se sabe cuándo podrá salir, aunque su fotografía en redes sociales da ternura. "Es tranquila y es un amor, a ver si algún día puede salir de aquí", dice la responsable.

Saba se levanta de nuevo por el revuelo causado de un desconocido y con lentitud se acerca a la alambrada de su cancilla. Es un mastín de 9 años que apareció hace un año en una finca. "La encontramos en la zona de A Cabeanca y tiene problemas de dermatitis. Pero no es que los tuviera antes, porque antes estaba en una finca, es por el calor del asfalto al estar tirada todo el día ahí. Le fastidian las almohadillas, donde se acuesta le roza y así todos los días".

Saba es tranquila, tanto que incluso sale a pasear con menores. Area añade que "la pasean niños de seis años y sin ningún problema. Es muy buena y tranquila".

Duna es la quinta abuela, con 8 años, y no atiende a la llamada de la responsable. Está tirada y nada la altera ni los ladridos de sus vecinos. Es una mestiza que tiene leishmaniosis, está operada de un tumor mamario y que a los pocos días la mordieron. Area describe que "por el día está suelta por el patio y demás, pero por la noche la metemos a la celda para que no le coman y le abrimos a la mañana para que esté fuera. Es una forma de prevención".

Saiko también tiene ocho años y lame cariñosamente cuando sale a la zona principal de las instalaciones. Tiene eccemas por la dermatitis por el calor del asfalto. Es otro de los considerados "abuelos".

Excepto Saba, que llegó recientemente, ninguno de los abuelos tiene registrado como llegó a la perrera municipal ni cuántos años lleva. Todos los días en una perrera municipal que urge una renovación integral de sus instalaciones y no meros parches en forma de reformas.

Hay asociaciones especializadas en difundir las imágenes y las características de los perros más mayores por la redes sociales. Personas desde Gran Canaria, Valencia y otros puntos de España se interesan por ellos gracias a su difusión. Los abuelos resisten los achaques de la edad, mientras esperan una última oportunidad de salir de ahí. "Todos son tranquilos y buenos", arguye la responsable de la perrera.

Todos se tiran cuando la verja se cierra. La tranquilidad vuelve y suman otro día más en su diario de estancia en la perrera municipal.