Julio Camba, maestro de la ironía, fue un periodista con una voz única y un cronista prolífico, con más de cuatro mil artículos publicados en su carrera. De este corresponsal que recorrió medio mundo y residió los últimos trece años de su vida en la habitación número 383 del Hotel Palace de Madrid, dijo Josep Pla que su obra "no tiene precedentes en la literatura castellana". A dos cursos que la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) impartió en Vilanova de Arousa, la localidad pontevedresa en la que Camba nació en 1884, asistió Abel González -Ourense, 43 años-, para saber más de un autor que le encanta. "Lo pondría como asignatura obligatoria. Se lo escuché decir a Leo Harlem pero es algo que yo ya pensaba antes", asegura. "Me encanta su sátira y retranca, la forma de aportar ideas", añade sobre un escritor que comparaba su oficio, el del periodismo, con el de la peluquería. A ambos "se les exige que hablen de todo, y para hablar de todo hay que saberlo todo, lo que es sumamente difícil; o no saber absolutamente nada, lo que es mucho más difícil todavía".

Abel empezó a hilar versos en el colegio. Cuando estaba en EGB participó en un certamen escolar y esa vena artística siguió latiendo. "Me resulta relativamente fácil". Durante el confinamiento aprovechó la reclusión en casa para volver a componer. "Lo tenía un poco aparcado y aproveché para hacer un par de poesías nuevas, más extensas". Acto seguido, recita el inicio de una: "Confinados, no hacinados, de la misma naturaleza, humanos. Cabalgamos sobre los nodos de la existencia". El encierro que impuso el virus desde marzo "fue una oportunidad para retomar algo que tenía un poco aparcado". Abel es uno de los más de veinte pacientes del hospital de día de Psiquiatría en Ourense. "Soy usuario desde hace cuatro o cinco meses, un poco antes de que empezara el confinamiento".

Cada miércoles de los últimos seis años, el colectivo se reúne para leer poesía en alto, compartiendo sus vivencias sobre un tema que varía cada semana y sirve de hilo conductor. Abel leyó este pasado miércoles 'Blanco extinto', una poesía compuesta por él, antigua. "Crear siempre es agradecido. Escribir algo, ver que rima y puede gustar a otra persona... Me da un poco de libertad". Los pacientes se escuchan unos a otros con atención y premian la aportación de cada uno con un aplauso. "Aunque se trata de algo interno va para los demás, y aquí el público es agradecido, siempre aplaude y hay buena sintonía".

El hilo conductor de casa sesión semanal cambia. Este pasado miércoles, el tema era la horticultura, las plantas y las flores, y los usuarios compartían sus recuerdos de la infancia y su relación con el campo. "Hay momentos bonitos y emotivos porque cada cual saca lo que lleva en el interior y la poesía es un complemento a esas historias", explica Abel. Se leyeron versos de Walt Whitman, Eduardo Pondal, Rosalía de Castro, Baltasar del Alcázar, María do Cebreiro, José Ángel Valente o Conchi Sedano.

Aquellos poemas que llevan escritos -algunos leen de libros o del móvil, textos que encuentran en internet- cuelgan como si fueran banderas tibetanas, como arte efímera, en una cuerda, en un espacio al aire libre, con sillas en círculo, de la cubierta terapéutica del hospital de Ourense. Este lugar apacible tiene un huerto que cultivan los propios pacientes: tomates, peras, lechuga, guisantes o judías que, cuando alcanzan su punto, se llevan a casa. Abel ha escrito también varios relatos cortos. "Si los juntara todos, a lo mejor daba para un libro. Sí me haría cierta ilusión publicar, sobre todo por compartir".

En grupo, "cambiando los roles"

El taller semanal de poesía es una de las actividades grupales de apoyo a la terapia -como el cuidado del huerto o caminatas diarias de varios kilómetros- que mejoran la cohesión y socialización de estos pacientes. La actividad no se paró ni con el confinamiento, gracias a la videoconferencia. El psiquiatra Alexandre García Caballero es el responsable del hospital de día. Él, el psicólogo Cándido Amorín, dos auxiliares y una enferma conforman el equipo de este servicio. Los cinco estaban presentes en el último taller, coparticipando. "Yo con mis pacientes aprendo a diario", dice el especialista. "Un grupo tiene una misión común. A veces las personas con una enfermedad mental tienen asignados roles en la familia, la escuela o la sociedad que los penalizaron mucho. La poesía nos permite dar voz a todos los usuarios y, de alguna manera, contribuye a cambiar su rol. Mejora la integración y pueden demostrar su sensibilidad cuando, a lo mejor, nunca habían tenido esa oportunidad".

Estas actividades terapéuticas, más humanas, persiguen un beneficio individual y también social. "Los ayudamos a crecer. Con una ayuda mínima, cada uno puede desarrollarse hasta un grado máximo de autonomía. Con la enfermedad mental se puede conseguir y cambiar el rol mediante actividades sencillas", reivindica el psiquiatra.

Pacientes con enfermedades mentales como cuadros psicóticos "tienen una especial sensibilidad para el lenguaje, y encuentran símiles, metáforas, significados ocultos o juegos de palabras sorprendentes". En estos seis años con el taller de poesía en marcha en el hospital psiquiátrico de día, alguno ha llegado a publicar. "No puedo decir nombres, pero alguno tiene cierto papel en el escenario poético y hace recitales. Otro que ya está de alta es rapero a nivel profesional. De hecho, cada día que teníamos taller él improvisaba el texto media hora antes", dice García. Abel también aspira a difundir su arte.