"Eu xa non veréi tal", sentencia Felisa, sentada ante las cestas de judías, tomates, cebollas y flores del huerto que tiene en Rivela, muy próximo a Ourense, cuando se le pregunta si le apetecería ver ya rehabilitado ese escenario casi apocalíptico de uralitas y grietas, en el que se sienta desde hace décadas para sacar unos euros, vendiendo el excedente de su cosecha particular. "Cada vez se vende menos; es esto del virus. Viene sobre todo gente mayor y algún joven que sabe comer, porque aquí lo que vendemos nosotras es todo natural. Ya lo está viendo usted".

Enfrente, en la misma rampa de bajada del rianxo, con un desnivel que sería desaconsejable hasta para circular en coche, está Pepita, historia a viva de Ourense y con una memoria prodigiosa "¿Qué si espero que este alcalde reforme el rianxo?. Bueno la verdad lo conozco desde niño, ya venía a comprar aquí su madre y su abuela pero... no sé yo". Pepita es "transgeneracional" porque acumula más de 50 años en el "rianxo" salvo intervalos para regentar aquellos conocidos Calzados Bambi o un tienda. "Fui hasta modista y le hice un vestido de niña a María Patiño", dice mientras relata toda la geneología ourensana de la de "Sálvame".

"Recuerdo cuando llegó un señor preguntando por el encargado de la plaza, para pedirle dinero a cambio de conseguir que Alfonso Guerra arreglara el mercado y haciendo que hablaba con Guerra por teléfono. Era un estafador y nada trajo" ironiza Pepita. Son las últimas "rianxeiras", memoria viva de la ciudad, que desgranan cada día a la espera de un "rianxo" digno.

"Aquí hai que traballar máis que un negro para vender", bromea el senegalés Ibrahim

Los senegaleses Ibrahim y su hermano Baye llevan quince años en Ourense, pero de empleados de Frutas Samuel, han pasado a convertirse en propietarios de ese puesto del "rianxo" por traspaso.

"Conozco a todas esas "rianxeiras", somos amigos, son muchos años juntos", explica Ibrahim, quien afirma que, "como hicieron ustedes los gallegos, pienso en jubilarme un día y con lo que gane volver a mi país". Luego se pasa a un casi perfecto gallego para reconocer que la cosa está dura y "aquí hai que traballar máis que un negro para vender algo; a xente ten medo", advierte con absoluta retranca.

Siempre trabajó en esta zona del "rianxo" y no recuerda ninguna obra de mejora en el mismo. De hecho había ya un ambicioso proyecto que data de hace casi 20 años , en un primer Peri de As Burgas que iba a ubicar a los vendedores en un entorno moderno y diáfano.

El inicio del proyecto de mejora del edificio del mercado en febrero de este año, después de 14 años de espera, no incluye tampoco el "rianxo". La actual concejal de Comercio, María Dibuja, ya adelantó que el Concello trabaja en un proyecto anexo, más modesto para que, cuando remate la rehabilitación de la plaza, se haga una mejora integral de todo ese espacio al que van a vender las caseñas.

"Vemos a unos clientes que llegan con mascarillas, otros no ponen ni eso ni guantes y a veces tocan la fruta sin permiso. Espero que les pase a todos el miedo, porque yo tengo la fruta algo más cara, pero "o bo hai que pagalo", castrapea Ibrahim.