León es una parroquia del municipio ourensano de Vilamarín con 131 personas empadronadas, según datos de 2019 del Instituto Galego de Estatística (IGE). Es también uno de los primeros lugares de la comunidad, si no el primero, que salva su fiesta tradicional adaptándose a la nueva realidad de una época de pandemia, con medidas de seguridad y precaución para evitar contagios. Los festejos comenzaron el viernes y finalizan hoy con la misa y la sesión vermú, enseñas de las fiestas que cada verano recorrían Galicia. En este, el virus ha reducido por ahora las celebraciones a la mínima expresión.

"Pasé de dos o tres fiestas por fin de semana, más de cincuenta en todo el verano, a intentar que ahora sean tres o cuatro", señala Héctor Caramés, que a sus 31 años lleva un lustro organizando fiestas con su marca, Espectáculos Héctor. La de León, que ha gestionado para la comisión vecinal como agente, "es la primera que autorizan en Galicia", asegura. Además es el responsable del grupo Tattoo, voz autorizada por tanto de un sector que atraviesa "malos momentos" por el impacto de la pandemia en el calendario de festejos. "En un verano normal, en un fin de semana como hoy, habría fiesta en varios pueblos, pero ahora en todo julio solo tengo otra el 24", añade. Pero asegura que "con las medidas de seguridad que se adoptan es posible hacer fiestas".

León comenzó sus festejos, en honor en la vertiente religiosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, con una chorizada para los vecinos -un detalle que cada año tienen los organizadores con los residentes-, a la que asistieron unas 80 personas, el viernes al atardecer. "Seguimos las mismas precauciones que en un restaurante. Todos los que atienden con mascarilla, gel y guantes, servimos las raciones individuales en bandejas de papel reciclado así como la bebida en cada vaso, para evitar que ellos tocaran", dice uno de los miembros de la comisión, que organiza esta fiesta parroquial desde hace un lustro.

Este año, con medidas y siendo los primeros en aplicar las novedades. El cartel que anunciaba la programación era el primer soporte que llamaba a la concienciación ciudadana: "Para que sea la primera fiesta de este verano y no la última, ayúdanos, cumple todas las normas, protégete, protege a los demás. Disfrutemos de la fiesta. Sentidiño", pedía la comisión.

Acotaron y perimetraron el campo para un aforo máximo de 430 personas. Se marcaron cuatro metros de distancia del escenario musical a la primera fila de público. Contabilizaban la afluencia en el único punto de entrada, donde hay gel desinfectante que debe utilizarse para la limpieza de manos al acceder y salir del recinto. Además, un cartel recuerda el uso obligatorio de mascarillas y se pusieron a la venta gorros con pantalla para beber con mayor seguridad. "Es una manera de que du rante ese impasse sin la mascarilla tengas protección".

Facilitar el teléfono, voluntario

Instalaron mesas separadas por el campo para mantener la distancia entre los distintos grupos y evitar aglomeraciones en la barra. Cada cliente lleva la consumición a su sitio. Los asistentes que quisieron -es voluntario- dejaron su teléfono para disponer de una red de contactos que faciliten el rastreo en el caso de que se produjera un brote de contagios. "Nos daba un poco de apuro pensar cómo podía reaccionar la gente, pero se portó de manera espectacular y todo el mundo acató las normas", decía la comisión ayer, valorando la primera jornada. La orquesta no tuve que avisar para pedir prudencia ni se produjo ningún altercado, destacó Héctor Caramés.

León recibe más gente que otros años -al menos así fue la noche del viernes- porque no hay competencia con otros festejos en el entorno, como sí sucedía en los veranos previos a la Covid. "Es posible mantener las fiestas perfectamente", celebra la comisión de esta parroquia.