Aunque la estadística del Sergas recoge desde hace días la ausencia de coronavirus en la UCI y las plantas de los tres hospitales públicos de Ourense -elimina a los pacientes del listado cuando dan negativo, aunque después fallezcan-, la salida del último que ingresó por Covid-19 en los cuidados intensivos se produjo este miércoles. El afectado por la pandemia que más tiempo ha pasado en el servicio -88 días- es Manuel Vázquez, de 71 años, natural de Pontedeva y vecino de Cortegada. Él y su mujer Milagros viajaron con el Imserso a Benidorm y regresaron el 13 de marzo. El hombre, que nunca había tenido una enfermedad grave, ya no se sentía bien y lo achacó a una gripe por haber bajado a la playa sin chaqueta. La madrugada del 21 al 22 de marzo ingresó en el hospital.

Noventa días después, el señor continuará su recuperación en planta. Su hija Patricia es técnico de emergencias sanitarias en el 061. Dos hermanas, madres en total de cuatro nietas de Manuel, residen en Vigo. Tras la dura experiencia familiar, con felicidad por la mejoría de su padre pero con el "sabor amargo" por el hecho de que tantos hogares "no hayan podido acompañar o despedirse de los seres queridos, que a mí era el miedo que más me atormentaba", esta sanitaria advierte: "Este virus sigue conviviendo con nosotros. Seamos prudentes porque no hay tratamiento ni vacuna. No salgamos a la calle como si no pasara nada. Que la gente piense que nadie estamos libres", dice ahora que la nueva normalidad llega al conjunto de España, con luz verde a la movilidad entre todas las comunidades a partir de mañana.

La familia no pudo ver en persona a Manuel hasta el día 40 de ingreso en cuidados intensivos, un servicio del que Patricia alaba la "humanidad y cariño" de los sanitarios. Fue el segundo paciente que entró en el área Covid-19 del servicio para los enfermos más graves, en el que llegó a haber más de una veintena de personas intubadas en el pico de esta primera oleada del virus. "Verlo cambió todo, fue una satisfacción porque era tenerlo cerca, saber que estaba ahí. Fue muy positivo y espero que también nuestra presencia le ayudara de alguna manera", dice Patricia.

Porque antes la única línea de comunicación era el teléfono, y permanecer a la espera. "Una vez cada 24 horas nos llamaban, éramos conscientes de que tenían muchísima carga de trabajo. Lo que ansiaba todos los días, era que esa llamada me trajera buenas noticias, porque durante diez o quince días no había ninguna buena", recuerda.

El apoyo entre compañeros

"Siendo sanitaria, estaba preparada un poco para enfrentarme a la pandemia y a lo que podía venir, pero no para que me tocara en mi medio personal. Fue muy duro porque sabía que es una enfermedad desconocida y sin tratamiento. Primero quieres pensar que no será grave pero pasan los días y experimentas distintas fases: ira, rabia, por qué te tocó a ti, e incluso ataques de pánico. En el confinamiento teníamos que estar toda la familia separada y no podíamos apoyarnos unas a otras. Tuve la gran suerte de que en el trabajo mis compañeros fueron mi familia durante esos momentos y nunca dejaron que pudiera caerme, siempre estuvieron muy pendientes de mí. A día de hoy siguen estando ahí. Fueron 88 días y es muy difícil resumirlos", relataba Patricia tras la salida de su padre de cuidados intensivos. "Es la situación más dura que he vivido en mi vida", afirma al hacer balance.

Manuel ya fue capaz ayer de dar unos pequeños pasos. La rehabilitación muscular y respiratoria tras casi tres meses encamado seguirán y la recuperación plena, en el hospital y en casa, durará aún meses, con posibilidad de secuelas. "El camino que nos queda es muy largo pero lo tenemos. Cada progreso que hace es una alegría. Ahora no quiero pasar ni un solo día sin decirle te quiero. Hay que aprovechar cada momento".