Más que ladrar, Lolo lloraba de alegría. El perro de siete años reaccionó con un nerviosismo inusitado, subiendo y bajando la escalera, exultante ante la bienvenida. Tres meses y medio después, María Fernández Romero (29 años) pudo volver ayer a casa de su madre Manuela (60) y de su hermana Tamara (24). No estaban juntas desde el martes de Entroido, el 25 de febrero, cuando el mundo se parecía poco al que ha rediseñado la pandemia del coronavirus. La reapertura de la movilidad entre provincias de Galicia por el ingreso en la fase 3 difumina las distancias y permite que las emociones afloren de cerca, de nuevo. "Estoy muy contenta", confirmaba María, que reside en Milladoiro (Ames) con su pareja Xabier. "El reencuentro fue muy emotivo, no llegué a llorar pero casi", añadía su hermana Tamara. "Es emocionante ver a una hija después de tanto tiempo", destacó Manuela.

Desde que se mudaron a las proximidades de Santiago, María y Xabier repartieron los fines de semana de visitas a la familia, alternativamente. "Vinimos a Ourense el lunes y martes de Entroido. Nos tocaba volver el sábado del estado de alarma pero a mediodía decidimos que mejor no, por el temor de que después no pudiéramos regresar", explica María.

La crisis sanitaria levantó un muro infranqueable entre las provincias, hasta ayer, y entre cada casa durante el confinamiento estricto. Pero la tecnología y los sentimientos que provocaba la excepcionalidad estrecharon las distancias entre los seres queridos. "Hablábamos todos los días, normalmente después de los aplausos. Desde que fue posible salir a caminar, lo hacíamos al volver", explica la ourensana. Ayer, a medida que ella y su pareja se acercaban en coche a Ourense, algo se movía por dentro. "Cuando veníamos a la altura de O Carballiño ya estaba nerviosa, porque al final han sido muchos días sin vernos", reconoce.

María y Xabier pasarán tres días en Ourense satisfaciendo la necesidad de reencuentro con distintos allegados. "Esta semana tenemos una agenda social muy apretada, martes y miércoles hay varias reuniones previstas para matar un poco el gusanillo. Además tenemos un bebé nuevo en la familia. Espero que a partir de ahora podamos retomar, al menos con la familia, la normalidad como antes del estado del alarma: que nosotros vengamos con frecuencia y que ellas también lo hagan", desea.

Tres meses y medio después, Manuela recibió a su hija mayor con esa hospitalidad que solo tienen las madres o las abuelas: tarta helada. Para el yerno, flan. Después de haber padecido momentos de preocupación e incertidumbre junto a su hija Tamara, enfermera en un geriátrico, la señora disfrutó ayer por fin la felicidad de reunirse las tres. "Se pasa muy mal teniendo a una hija en la sanidad en esta época. Estoy muy contenta después de tanto tiempo y del caos que ha sido esto".