Leonard Cohen decía que el amor -y la música es una de sus posibles manifestaciones- no tiene cura, pero es la única cura para todos los males. También que hay una grieta en todo y por esos resquicios entra la luz. Después de casi tres meses de confinamiento, con los directos imitados a las redes sociales y al disfrute en soledad de las canciones -muchas veces, la mejor compañía cuando todo va mal-, ayer se celebraron los dos primeros conciertos en la provincia de Ourense en la nueva realidad. Distancias entre mesas, geles desinfectantes y en general prudencia, pero la misma emoción que antes. La música segregando endorfinas.

En el espacio cultural El Cercano, 50 personas disfrutaron en el patio ajardinado del local, al aire libre, con un mural de Mon Devane que recrea la Plaza del Hierro, de la actuación de Ton y Carlos Risco. Sillas separadas salvo para los que conviven. Antes, en el interior, 40 asistentes participaron en la presentación por parte de Santiago Lamas y José Troncoso del ensayo 'Nuestra cultura, ¿qué ha sido de ella?', de Theodore Dalrymple.

En el parque náutico de Castrelo do Miño, con un aforo de 100 personas -los asistentes tuvieron que reservar mesa en la terraza-, Andrés Montes tocó en directo, congratulando a los que habían echado de menos las canciones en su formato más auténtico, en vivo, aunque la distancia de seguridad nos aleje un poco todavía, y siempre con la precaución e higiene por delante. El caché y una aportación económica adicional del Náutico de Castrelo se donarán a la Universidad de Santiago para sus proyectos contra el coronavirus.