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"Me quedan las ganas de darle un abrazo"

Las residencias retoman las visitas de familiares extremando las medidas de seguridad para evitar rebrotes

Silvia Quintas habla con su padre manteniendo la distancia en la primera visita familiar en la residencia San Martiño de Luíntra. // Iñaki Osorio

A José Ramón Quintas el alzheimer le llegó antes que la jubilación. Emigrante como tantos gallegos, trabajaba en una fábrica de conservas de pescado en Alemania cuando le diagnosticaron la enfermedad neurodegenerativa. Era enero de 2014, ocho meses antes de finalizar su vida laboral. Regresó a Ourense antes de lo previsto y desde hace varios años vive en la residencia San Martiño de Luíntra, en Nogueira de Ramuín, donde ha permanecido confinado desde que se declaró el estado de alarma.

De los 61 residentes que tiene el centro, José Ramón fue el primero en recibir ayer la visita de un familiar. Su hija Silvia, que antes del Covid iba a verle cada domingo para dar un paseo con él, preguntaba desde hace días cuándo podría volver a verlo. En cuanto la directora le comunicó que reabrían este lunes y que la primera visita estaba programada para las 11.00, se anotó en esa hora. "Está muy bien", dijo al verlo, "no ha cambiado nada".

Con poco más de setenta años José Ramón ya no conoce. Le cuesta caminar solo y casi no habla. Dice Silvia que a ella la reconoce por la voz y con esa esperanza ayer reclamaba su atención llamándole, "Moncho, Moncho". Su padre, inquieto "como siempre", se removió varias veces en la silla, sin llegar a mirarla. Hasta que ella se levantó y se colocó ante él saludando con la mano. "Moncho". Entonces por fin la miró también y subió sus manos fijando durante varios segundos los ojos en ella.

"¿Estoy guapa con todo esto en la cara?", le preguntó Silvia. "Como para ir a un carnaval", se respondió ella misma. Hacía casi tres meses que no veía a su padre y durante todo este tiempo ha estado muy preocupada al ver como evolucionaba la pandemia. "Quería que esto se acabase ya para poder verlo aunque es triste que tenga que ser así", señala en relación con las medidas de protección y distancia que es obligatorio mantener. No pudo cogerle de la mano ni acercarse a él. "Me quedan las ganas de darle un abrazo y de poder salir a pasear, pero ahora tiene que ser así", apunta Silvia.

La residencia San Martiño de Luíntra, gestionada por la Fundación San Rosendo, ha permanecido libre de Covid durante toda la crisis sanitaria, con un único test positivo de un paciente durante una estancia en el CHUO que resultó negativo días después.

A pesar de que el coronavirus no llegó a traspasar las paredes de este centro, la residencia se ha mantenido blindada durante todo este tiempo, cumpliendo estrictamente las medidas de protección y distancia social para evitar un brote. "A los residentes les costó entender que las mascarillas que nos poníamos eran para protegerles a ellos de nosotras, que veníamos todos los días del exterior", explica la directora, Rita Rodríguez.

El anuncio del inicio de las visitas en ha tenido diferentes reacciones por parte de los familiares. En la de San Martiño, relata la directora, "hay los que estaban desesperados por venir y los que prefieren esperar una semana más". El centro recibió ayer, con la de Silvia, cuatro visitas.

Para proteger a los usuarios se ha habilitado una sala en la planta baja con acceso desde la parte de atrás de forma que los familiares no tienen que entrar a la residencia. Se realizan de una en una, y con una duración de 45 minutos, y 15 más para desinfectar.

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