Manuel, de 40 años, hacía cola ayer a mediodía en la puerta del comedor social de Cáritas en Ourense. Junto a él, guardando las distancias de seguridad que se han convertido en rutina, varias personas más acudían a este servicio de la ONG para poder alimentarse en una crisis -doble: sanitaria y económica- que aumenta el riesgo de vulnerabilidad. Manuel recurre a esta ayuda básica por primera vez en su vida. "Cobro una pequeña pensión y no tenía para comer. Un compañero de piso me comentó esta posibilidad y llevo dos meses, desde el inicio de la pandemia. El número de personas que viene ha aumentado. Sin el comedor social muchos estaríamos en la calle y lo pasaríamos muy mal. Se agradece mucho, ayuda a vivir algo mejor".

Desde el 14 de marzo -declaración del estado de alarma- hasta ayer, Cáritas ha repartido 33.691 raciones en desayunos, comidas y cenas. Los usuarios pueden acudir a recoger su sustento para llevar a casa, o quedarse en el comedor, que se ha habilitado con medidas de seguridad e higiene para reducir el riesgo de contagio.

Más de 500 comidas diarias

Hay cuatro turnos con un máximo de 12 comensales -de 12.50 a 14.10 horas-, todos en mesas individuales que están separadas por la distancia de seguridad. Los usuarios deben acceder con mascarilla -se les proporciona si no la tienen- y desinfectarse las manos con gel. La limpieza, centrada especialmente en toda superficie de contacto, se lleva a cabo tres veces al día. Los voluntarios utilizan mascarilla, guantes y batas desechables. Del mismo modo que para comer en las instalaciones, se han establecido turnos para la recogida de alimento, entre las 11 y las 12.50 horas del mediodía.

La demanda de ayuda esencial ha crecido durante esta crisis. En el comedor de Cáritas de la calle Mestre Vide se llegaron a repartir 666 comidas en el día de más afluencia. Ese máximo no se ha superado. Dice la educadora social Beatriz Fernández, responsable del servicio, que "la afluencia se ha reducido un poco una vez que ha empezado el cobro de los ERTE. Hubo dos semanas que no bajábamos de 600 y ahora estamos en unas 550 al día. No creemos que baje mucho más y dentro de unos meses, a ver qué depara la crisis, no sé".

El perfil de los nuevos beneficiarios en estos tiempos de pandemia era, precisamente, el de esos trabajadores sin ingresos tras un parón total de su trabajo, "que de repente se vieron sin nada para poder afrontar sus gastos y tuvieron que venir aquí para poder comer, lo más básico". También se vieron afectados trabajadores de la venta ambulante a los que el parón los dejó sin actividad, así como trabajadoras de limpieza, hostelería y cuidado de mayores. "Han aumentado sobre todo los casos de familias grandes, de 6 miembros o más, que vienen a por comida con el tupper", relata Beatriz.

Más voluntarios en esta crisis

El mayor riesgo del virus en edades avanzadas ha conllevado que las manos voluntarias de mayores se hayan reemplazado por otras más jóvenes. Unas 40 personas han iniciado su colaboración con el servicio de comedor -también dispone de lavandería y duchas- durante esta crisis sanitaria y económica. María Garrido, una cordobesa de 26 años que lleva 21 meses en Ourense, es una de las solidarias.

Trabaja como psicóloga en un centro de día para personas con autismo y el cierre por el confinamiento le dio más disponibilidad de tiempo, que aporta a los demás. "Al principio de curso me había ofrecido como voluntaria pero resultaba complicado por mi horario laboral. Tras la declaración del estado de alarma volví a contactar con Cáritas porque me imaginaba que habría más necesidad y yo además disponía de más tiempo", explica.

La ayuda en el comedor social se extiende a cualquier labor que sea necesaria. "Echo una mano tanto en cortar patatas o tomates como en la atención directa a las personas que van a comer, o a Protección Civil si viene a recoger comida para llevar a domicilio. También colaboramos en la desinfección". Va dos o tres días a la semana, desde las 10 de la mañana hasta las 13 o 14 horas. "Me gusta preguntar a las personas cómo están y lo que más me llama la atención es que podemos ser cualquiera de nosotros, cualquiera con quien te cruces por la calle, un compañero de trabajo o un familiar. Y muchas familias numerosas acuden a llenar los tupper", coincide. "Para cualquier persona es difícil solicitar ayudar y normalizar la situación ayuda. Yo les hablo del calor, del agobio de la mascarilla, y además mi acento ayuda a tener tema de conversación".