La residencia San Carlos de Celanova regresa paulatinamente a la normalidad. Fue de los primeros centros de mayores de Galicia en registrar un foco importante por el nuevo coronavirus. Tras semanas de gran tensión, las trabajadoras respiran aliviadas. Ha bajado la presión y empiezan a ver la luz al final del túnel. "Los primeros días fueron los más duros, tuvimos que ir tomando decisiones sobre la marcha, la administración funciona de forma más lenta", explica Sonia Opazo, quien se vio abocada a asumir la gestión casi por accidente, mientras veía cómo iban "cayendo", uno a uno, los empleados.

Las trabajadoras, enfundadas con los equipos de protección, llevaron el grito de auxilio a la calle para pedir manos. "Necesitábamos manos, no dábamos abasto. Hacía falta personal ya, era urgente bajar la carga vírica", recuerda Sonia, que describe esas primeras semanas como duras "física y anímicamente".

La evolución ha llevado al geriátrico a pasar de una situación de estrés continuo a un alivio creciente. "Esto ha sido un aprendizaje para todos, los residentes aguantaron estoicamente. Todos dimos el máximo de nosotros para solventar esta situación aunque no se perciba igual desde fuera", reflexiona Sonia.

Tras contabilizar medio centenar de positivos, "fue una alegría muy grande cuando volvieron todos. La inmunidad ya supone también trabajar de otra manera". Ahora la residencia está libre de virus, las pruebas confirmaron el resultado negativo de los residentes a la espera de una persona mayor que se mantiene a la espera de su prueba en la residencia de Os Milagros.