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El virus que nos robó el primer chapuzón de primavera deja un paisaje termal desolador

Ni bañistas ni paseantes con o sin perro; desde las pozas de A Chavasqueira a las de Outariz, todas sin agua, reina el silencio, solo roto por los coches de vigilancia policial

Alguna de las pozas termales de Outariz sin auga, para evitar inmersiones, y sin una sola persona paseando por las riberas. // Iñaki Osorio

Al Ourense termal, que presume de tener uno de los mayores caudales de agua minero-medicinal de Europa, el coronavirus le ha robado este año su primer chapuzón de primavera. La cuarentena ha convertido ese "mar interior" que son para los ourensanos sus orillas fluviales, -salpicadas de pozas desde A Chavasqueira hasta a Outariz- en un paisaje apocalíptico, en el que ya no se oyen las risas de las pandillas de adolescentes jugando al mus tumbados sobre la hierba, ni las charlas infinitas de los corrillos de pensionistas, con medio cuerpo a remojo dentro de las pozas, o la bulliciosa sirena de la ambulancia que iba a socorrerlos, cuando le daban los habituales bajones de tensión, al superar con creces, a causa del terapéutico palique, el máximo de 20 minutos de inmersión recomendables en agua termal .

Tras el decreto de confinamiento en casa, el Concello ha vaciado de agua las pozas ribereñas y la piscina termal de As Burgas, para evitar tentaciones a los bañistas, y en la Ruta Termal del Miño, con sus cinco kilómetros de senda peatonal, con siete instalaciones termales, reina el silencio.

Prohibido pasear y bañarse

Un silencio roto tan solo por las patrullas de Policía local, Guardia Civil y Protección Civil que recorren en coche, y estos últimos también en bicicleta, todo el tramo peatonal, para comprobar que no hay bañistas, ni personas paseando o tomando el sol en la zona. "Desde el 13 de marzo no está permitido tomar el sol, bañarse, ni pasear con o sin mascota en todas estas riberas, porque además no hay viviendas próximas y por tanto no vale la excusa de pasear al perro alegando que vivimos cerca", indican fuentes de la Policía Local.

"Hemos tenido algún problema al principio, pero ahora la gente entiende que no se puede incumplir la norma", explica el mismo portavoz policial.

"Algunos hacen el despistado"

Manuel Fernández es uno de los técnicos que se sube cada día a los coches del servicio de Protección Civil del Concello, para vigilar tanto las pozas y riberas fluviales como el resto de la ciudad. "A veces aparece alguno haciéndose el despistado y se tumba en la orilla a tomar el sol pensando que no le vemos; pero es ocasional, ya saben que está prohibido y las termas son un desierto. Es triste trabajar viendo esa imagen", lamenta Manuel.

En una ciudad que alcanzó ayer máximas de 21 grados, y con uno de los aires más puros de su historia, debido al parón de actividad, el sol es un regalo al que por ahora toca saludar desde el interior de la cueva. Ya falta menos .

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