En la efervescente reivindicación de los profesionales del sector primario de Ourense hubo una noticia que colmó el vaso. "Yogures por 0,08 céntimos". Una oferta pírrica para la producción, elaboración y tratamiento de una leche que emana de los pastos gallegos -y ourensanos.

El sector primario languidece al mismo paso que la balanza demográfica vacía las parroquias y aldeas ourensanas, que este pasado año se cobraron más de 100, la escasez de servicios "obliga" a un exilio que para muchos es forzado y para otros consejos familiares. En los últimos cuatro años, el sector agroganadero ourensano ha perdido un total de 3.100 personas ocupadas. Una cifra elevada y similar a las personas que cada año abandonan la provincia de Ourense. La estadística se desprende desde el último trimestre de 2016 cuando la provincia tenía un total de 7.900 trabajadores de o en el mundo rural, mientras que en el cuarto trimestre de 2019, ya son solamente 4.800 los que están sobre la tierra. Un guarismo que también se extrapola a las personas activas que en el mismo periodo de 2016 eran de 8.700 y en el mismo plazo del 2019, cayó a 6.100.

La caída de población en el mundo rural, se suma al poco atractivo del campo por una huida hacia las ciudades, incentivada por el aumento de unos costes de producción y las perspectivas de una generación que identifica el sector primario con excesiva responsabilidad y poca rentabilidad.

Las protestas se suceden por los diferentes puntos de España para reivindicar el valor de la producción en el mundo rural y pedir una mesa de negociación para la regulación de los precios de los productos para que "el campo sea rentable".

No solo se reduce la población y los trabajadores, si no también bajan las incorporaciones nuevas que solicitan ayudas a la Consellería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia. En 2017, fueron casi un centenar (93) los nuevos trabajadores que se incorporaron en la provincia de Ourense a la actividad laboral en el mundo rural, en 2018, se bajó hasta los 89 y en el 2019, la cifra se precipitó hasta los 60. Un indicativo de que el rural está viviendo un coma anunciado.

María Paez, representante de Uniones Agrarias, vive de su ganado bovino en Viana do Bolo y advierte que "se cierran más explotaciones de las que se abren. Hay nuevas incorporaciones, pero no son suficientes para las que se están cerrando". Describe como aumentan los costes de producción y dice que "el campo sin las ayudas que recibimos no saldría adelante y ya no hablemos de rentabilidad, porque no lo es. Vender, vendes, pero los gastos se multiplican y el precio del producto es el mismo". Habla de la "dignidad" del mundo rural: "Normal que no exista relevo, porque no tiene futuro".

Carlos Basalo es profesional agrario en Ribadavia y alerta: "Las patatas salen de Xinzo a 0,20 céntimos y están en A Coruña a 1,20 euros por ejemplo. Y eso, pasa con otros productos, por ello solicitamos una regulación y le pedimos al Gobierno que con estas manifestaciones que se puedan negociar el precio con la industria, para saber cuánto vamos a cobrar. A día de hoy no es posible".

Admite que "a nosotros nos suben los costes de producción como la luz, el gasóleo, la seguridad social, el alimento del ganado en algunos casos o el abono de la tierra y también el precio de la maquinaria y de los arreglos, pero el precio del productores el mismo desde hace 30 años. Por ello lo que pedimos es una mesa de negociación para una regulación de precios que nos permite ser rentables, para que no maten al sector primario, porque así nos están asfixiando de forma diaria".