Francisco Cortés, de Calvos de Randín, tardó más de 40 años en hablar sobre su vida en el campo de concentración de Buchenwald. Su carácter era alegre pero cuando le preguntaban por Alemania su semblante se transformaba, la chispa de sus ojos se apagaba y se precipitaban las lágrimas. Su sobrina Luz Cortés pasó con él su último verano, en 1987. "Es posible que supiese que iba a morir y por eso empezó a contar". Ella misma se emociona y no consigue relatar las cosas "terribles" que escuchó.

El fascismo descargó con dureza en la familia Cortés, relatan las primas Luz y Mila. El padre, José Cortés, era teniente de Carabineros y estaba destinado en Madrid cuando estalló la Guerra. Tenía cuatro hijos y dos hijas. Francisco era el pequeño de los varones y estudiaba segundo de Veterinaria. Él y su hermano Manuel (padre de Luz), que cursaba cuarto de Arquitectura, se unieron al Cuerpo de Investigación y Vigilancia.

Durante la retirada, Manuel estaba en Valencia y pudo ayudar a muchos republicanos a huir por el Mediterráneo, mientras sus padres, Francisco y las dos hermanas escaparon a Francia por Figueres. "Pudieron salvarse de los bombardeos", cuenta Luz. "Cuando llegaron a la frontera iban con otras familias protegidos por camiones militares. Eran los últimos, iban cerrando la retaguardia". Al llegar a la frontera de los Pirineos caminaron hasta el campo de Argelés. Fue allí donde se separaron. A la madre y las dos hermanas les permitieron salir y regresar a Calvos de Randín, donde encontraron su casa saqueada.

La familia sabe ahora que Francisco participó en la Resistencia antes de ser capturado por el ejército alemán y deportado. De su padre solo que estuvo en la cárcel de Burdeos y que falleció en Francia en 1947. En 1989 pudieron recuperar sus cenizas y depositarlas en el cementerio de Bouzas, donde reposan los restos de toda la familia excepto de los hermanos Julio y José María. El primero, padre de Mila, también sufrió la represión franquista, estuvo en un campo y huyó a Portugal.

Manuel, el padre de Luz, fue detenido en Valencia y sometido a juicio militar. La sentencia habría sido la muerte pero el hecho de que su hermano José María y un familiar estuviesen en el otro bando, ayudó. "Pero estuvo vigilado toda la vida, tenemos los documentos en los que era clasificado como persona peligrosa", cuenta Luz Cortés.

Francisco vivió su calvario en Buchenwald, donde se alimentaba de mondas de patatas. Días antes de la liberación, temiendo que los SS asesinarían a todos los presos, huyó del campo por un río de agua helada. Medía más de 1,80 metros y pesaba 39 kilos. Cuanto hicieron recuento en el campo de concentración y él no estaba, lo dieron por muerto. Figura en el Muro de los Nombres como François.