Lo peor que le puede pasar a una persona es perder la memoria. Pero si el olvido es colectivo el mal puede ser peligroso. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica reunió ayer en el Liceo de Ourense a los familiares de víctimas del horror nazi para romper con el silencio y nombrar, uno a uno, a los 46 ourensanos que fueron deportados a campos de concentración y despojados de su nacionalidad.

En su condición de apátridas, el gobierno español miró para otro lado mientras el nazismo ejecutaba su plan genocida. Solo 21 sobrevivieron. Ahora, cuando se cumplen 75 años de la liberación de Auschwitz por el ejército soviético, los familiares de siete de ellos acudirán al Consulado General de la República Argentina en Vigo para incorporar sus casos a la querella 4.591/10 contra los crímenes del franquismo que investiga el Juzgado Nacional de ese país.

La coordinadora de la ARMH, Carmen García-Rodeja, recordó en un emotivo acto dedicado a las familias de los deportados ourensanos, que tras la liberación de Mauthausen, los supervivientes prometieron no olvidar y contar lo que habían vivido. Excepto los españoles, que fueron condenados a callar. "Por eso nuestro deber es el de recordar y no olvidarles a ellos ni a sus familias", señaló.

Este es el motivo del homenaje que se celebró ayer en el Liceo con la colaboración de la asociación Amigos da República, recordar y presentar los casos que se sumarán a la querella argentina. "La imposición del horror no puede quedar impune", señaló García-Rodeja, que explicó al público asistente que los deportados fueron víctimas del nazismo pero también del franquismo porque "Franco pudo salvarlos y no lo hizo; y eso hay que contarlo y denunciarlo".

Entre los que sufrieron aquella barbarie hay hombres de al menos 25 concellos ourensanos, personas que fueron gaseadas, que murieron de bronconeumonía o tuberculosis, o que no soportaron la penuria y la tristeza. Los que llegaron a la liberación quedaron marcados para siempre. "En otro país serían tratados como héroes porque lucharon por la libertad y contra el fascismo", afirma la coordinadora que incidió en la valentía de estos españoles que tras el exilio a Francia y las penalidades que pasaron en los campos de internamiento y trabajo "se incorporaron a la lucha y acabaron como acabaron".

Al acto acudió Rafa Adán, sobrino de Abilio Álvarez Bernardo, de Olelas (Entrimo), y del que poco sabe porque su familia le perdió la pista cuando, poco más que adolescente, emigró a Cataluña en busca de futuro. Allí le pilló la Guerra Civil y se puso del bando republicano pasando a formar parte de las brigadas mixtas. Su itinerario fue similar al de la mayoría de las víctimas. Huyó a Francia y acabó luchando al servicio del ejército francés. Hasta que fue capturado, encarcelado en un campo de prisioneros y deportado a Mauthausen. El 20 de enero de 1942 lo gasearon en Hartheim.

Las hermanas Conchi, Beatriz y Rosa María Paz Pérez no conocieron a su abuelo Avelino Pérez Rodríguez, de Terrachá (Entrimo), que fue capturado por los alemanes en Francia. Pasó por Mauthausen y murió en Gusen. Resistió seis meses en los campos y murió, al menos así figura, de bronconeumonía en agosto de 1941.

También asistió Sonia Díaz, sobrina nieta de Isauro González Prada, de Camba (Castro Caldelas), que murió a los 32 años en Gusen. "En casa no se hablaba mucho de él pero según mi madre era muy guapo, supongo que lo decía por lo que quedó grabado en sus ojos y corazón de niña pequeña", contó.

Luz y Mila Cortés relataron la historia de su tío Francisco Cortés, de Calvos de Randín, que logró huir de Buchenwald días antes de la liberación. El fascismo persiguió a su familia en Francia, Alemania y España. "Eran gente trabajadora y univeresitarios a los que le truncaron la vida de una forma terrible e injusta", dijo Luz.

Mariló Moreda es sobrina de Egidio Piñeiro Conde, de Tabernas (Allariz), que pasó cuatro años en Mauthausen y Gusen. "Ser sastre le salvó la vida porque arreglaba los uniformes de los mandos alemanes", relató. Le pagaban con tabaco y chocolate y eso le permitió sobrevivir hasta la liberación. De regresó a París montó su sastrería.

También se suman a la querella Joaquín Balboa, Julio Domínguez y Nicolás Rodríguez.