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Los tesoros ebanistas de la familia Rodríguez

El Liceo de Ourense recordó la actividad empresarial de una saga ourensana reconocida y que dejó una huella que todavía perdura

Conferencia en el Liceo con el público llenando el salón. // Iñaki Osorio

"Las sillas en las que estáis sentados y las del patio del Liceo, que tenemos al lado, son obras de la familia Rodríguez", esbozó a explicar Arturo Rodríguez. El ponente profundizó sobre la familia Rodríguez, una saga de artistas de la madera, que proporcionan mobiliario y complementos de muchas casas, establecimientos e instituciones de Ourense.

Arturo Rodríguez es bisnieto de Antonio Rodríguez Valente, el padre de la empresa que lleva el apellido de una familia que hizo de la madera su centro de inspiración y su base de negocio.

"El germen de la empresa nació en 1860 cuando mi bisabuelo Arturo Rodríguez decidió crear una pequeña carpintería en San Miguel de Melias, en Coles. Acompañado de su mujer Socorro García que en aquella época se encargada de la formación de los hijos", explica Arturo Rodríguez que tiene los datos frescos en su memoria como si los años no corriesen por su historia.

"Tenían buena mano para la talla y creaban muebles auxiliares, paragüeros o muebles sencillos. Incluso a principios del S.XX llegaron a exportar diversos productos", profundiza el ponente.

Tras el boca a boca desde la parroquia de Coles y la buena mano con la carpintería, desarrollaron una empresa que se convirtió en la economía familiar. "En 1892, la familia Rodríguez, con la capacidad que tenía en aquel momento, buscaba un espacio para ubicar su sede en Ourense. Tenía una clientela consolidada y al final encontraron un sitio en la calle Progreso. Era un edificio donde en la planta baja estaban los talleres, en la primera planta se encontraban las oficinas y en la segunda planta una exposición de todo tipo de muebles como comedores, oficinas, material de gabinetes y otro tipo de exposiciones". Durante la conferencia, abordó la figura de Antonio Rodríguez y la importancia que tenía en la empresa.

Su talento empresarial sirvió para expandir una carpintería de Coles que amuebló el Concello de Ourense después de la caída del edificio consistorial en 1893. "Tras destruirse, los Rodríguez hicieron los muebles de la Alcaldía y del salón de plenos del Concello de Ourense, que todavía se mantienen ahora en perfecto estado. Un símbolo de la importancia que tenía la familia Rodríguez en aquella época", añadió el bisnieto.

Celso, José, Secundino y Francisco heredaron paulatinamente el negocio familiar. Estos cuatro hermanos se formaron en diferentes profesiones enfocadas con la carpintería, para continuar con el negocio. Sus tres hermanas y otro, que era sacerdote, no se vincularon con el negocio familiar. Arturo Rodríguez expuso como diferentes instituciones de la ciudad todavía conservan un patrimonio mobiliario que es historia de Ourense.

También hizo especial hincapié en la relación que tenía uno de los herederos, Celso Rodríguez, con Vázquez Gulías para amueblar diferentes espacios. "De esa relación personal, salieron negocios fructíferos y de gran reconocimiento como fue el Hotel Roma", explicó Arturo Rodríguez.

Pero no solo los hoteles si no que también las instituciones o edificios históricos como el Instituto Otero Pedrayo, el nuevo Palacio de Justicia, la Audiencia Provincial, La Diputación o el Liceo son claros ejemplos de la huella clásica que los Rodríguez creaban a partir de la madera noble de castaño, roble, nogal o cerezo, entre otras variedades.

El bisnieto de Antonio Rodríguez también trató de sumergirse en los profesores o formadores de los cuatro hermanos Rodríguez que gestionaron la empresa durante años como fueron Ramón Parada Justel o Luis Fernández Sesta. Y narró la singularidad de los tesoros ebanistas de la saga ourensana contando cómo Antonio Rodríguez en la segunda década del S. XX hizo un mueble para el Palacio Presidencial de Costa Rica, "cuando gobernaba Fernández Flórez".

Así surgió una empresa familiar que prolongó su legado durante más de 100 años. Una huella centenaria que certificó su final en 1967 dejando vestigios repartidos por la provincia, por toda Galicia y por diferentes partes del mundo.

La conferencia terminó con la interpretación musical a piano a cargo de José Luis Fernández Carnicero, para cerrar un nueva conferencia.

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