Jorge Pardo (Madrid, 1956) vive en ruta, da más de 200 conciertos al año. Recorre el territorio permeable de jazz y flamenco desde hace cuatro décadas, procurando nuevos lugares para la innovación, que es inacabable, considera. El reputado saxofonista y flautista fue el primer español reconocido -en 2013- con el premio de la Academia Francesa de Jazz a Mejor Músico de Jazz Europeo (una productora gala lo sigue para grabar un documental biográfico, Trance). En 2015 recibió el Premio Nacional de Músicas Actuales. Antes de emprender una gira mundial con el pianista Chick Corea, el sábado (21 horas) actúa en una carpa en A Corte dos Bois, para cerrar por todo lo alto el V ciclo de jazz de esta sala de conciertos que nació de una antigua palleira. Un músico de talla planetaria en Santa Ana, una aldea de 20 vecinos del municipio de Sandiás.

- ¿Qué sabe del lugar?

- Tengo las referencias que me ha dado mi compañero Ton Risco, que es quien ha gestionado el concierto. Sé que es un sitio chiquito pero que tiene ya una trayectoria en música en vivo y en el jazz concretamente.

- Ton Risco, al vibráfono, es uno de los ourensanos del cuarteto con el que actúa este sábado. El otro es Dani Domínguez a la batería [completa el grupo Joan Massana con el contrabajo]. Por una vez viene a Ourense y no es para tocar en el Latino.

- Hemos coincidido varias veces los cuatro juntos y por eso surgió la idea de este concierto. El Café Latino es un sitio de referencia. Ya de jovencito empecé a ir. Pero voy encantado a este pueblo.

- ¿Cómo está el jazz de salud?

- Es muy difícil decir en términos generales qué esta ocurriendo en el jazz, porque es un mundo muy diverso y que abarca muchos estilos. Cuando cae un ciclo surge otro o hay otro local en el que se programa.

- ¿Llega el jazz con las pautas actuales de consumo de música?

- Es verdad que a veces la gente tiene un prejuicio sobre el jazz o el flamenco: 'Uy, es muy complicado, a mí no me gusta, para esa música hay que ser un entendido'. Es totalmente incierto, no hace falta entender, sino que es más una cuestión de acercarse y de sentir, de quitarse los prejuicios de la cabeza. Los mejores cumplidos que me han hecho tras un concierto no son tanto los del aficionado que conoce tu obra y te sigue, sino del que viene por primera vez y cuenta que le ha encantado. Fuera prejuicios.

- Fue pionero en estrechar los límites entre jazz y flamenco. ¿Queda margen para seguir haciéndolo?

- En ocasiones se buscan, en determinados estilos de música, unos tabiques que no existen. No son compartimentos estanco sino perfectamente permeables, y así nacen los estilos, por escisión o continuación de otros. Por supuesto que queda mucho camino y recorrido. El flamenco y el jazz son dos músicas grandes que permiten esa permeabilidad con otras.

- ¿Qué opinión le merecen proyectos rompedores como el de Rosalía, que está en boca de todos?

- Me parece genial que aparezca gente así, me parece fantástico. Es una artista que seguramente tenga mucho recorrido por su juventud y por la fuerza con la que ha nacido, pero no hay que olvidar que su vocación es de música masiva. A mí personalmente me gusta más cocinar para 500 que para 5 millones de personas.

- ¿En qué proyectos trabaja?

- Ahora mismo estoy involucrado en una película documental que me está haciendo una productora francesa. Se va a llamar Trance. Me han grabado en varios lugares, como India, América o África. En eso ando bastante involucrado, entre otras cuantas cosas que no te cabrían en el artículo [ríe].

- ¿Cuántos conciertos le caben a usted en un año?

- Hago más de 200 al año. Vivo en la carretera, totalmente. Este año, entre otras cosas, me ha llamado Chick Corea para apuntarme con su banda, así que también voy a estar un par de meses con él de gira por ahí.