"No soy un incendiario, quería calentar un chorizo y el fuego salió escopetado"
La fiscal pide 5 años y medio para un funcionario judicial por un fuego de 1,2 hectáreas en la oleada de 2017 -La defensa alega "imprudencia grave" y pide la eximente psíquica, que la forense rebate

El acusado, Miguel Á. M. N., en el juicio que se celebró ayer en la Audiencia de Ourense. // Brais Lorenzo
Ourense
"No soy ningún incendiario y lamento muchísimo el perjuicio que causé". Fue la última palabra en el juicio de Miguel Á. M. N., natural de Rairiz de Veiga, funcionario judicial en Vigo y vinculado al movimiento ecologista (en los ochenta fundó una asociación en A Limia). Se enfrenta a una petición de condena de 5 años y medio de prisión por un incendio forestal de 1,2 hectáreas registrado en un monte de Os Blancos el 15 de octubre de 2017, el fin de semana en el que ardieron cerca de 50.000 en toda Galicia -el 80% de toda la superficie calcinada ese año-, en una oleada salvaje. "Ese día fui a pasear con el perro. Tenía hambre, quería calentar un chorizo y el fuego salió escopetado. Intenté apagarlo primero con los pies y luego con una xesta, pero entró en una silveira y ya no pude con él", manifestó a preguntas de su abogado.
La fiscal delegada de Medio Ambiente y Urbanismo, Carmen Eiró, descarta la negligencia que aduce en su versión el encausado. "Trata de dar una versión de los hechos digna de la mente más imaginativa. El incendio no fue una imprudencia, sino doloso y completamente intencionado". La Guardia Civil dice que la causa fue "un mecherazo". Los agentes no encontraron ninguna evidencia de una fogata ni restos que sugirieran la preparación de chorizos en ese lugar.
El coordinador de la investigación afirmó, además, que el inculpado azuzó un perro contra los agentes en el momento de la detención, unos hechos ajenos a esta causa que se investigan en Vigo por presunto delito de atentado (la defensa alude a una denuncia en sentido contrario por detención ilegal). La fiscal llamó la atención en varios momentos del juicio sobre la presunta "manipulación" de una serie de objetos (un móvil, unas llaves, una tijera de podar y un abrelatas) que presuntamente fueron quemados y "colocados" en el monte después del fuego. En el abrelatas la parte quemada era la inferior, no la de arriba. Los objetos no dejaron "silueta" en el punto donde estaban. Dichas pruebas no se encontraron en la primera inspección ocular de la Guardia Civil, sino en otra revisión que se llevó a cabo días más tarde. El acusado alega que no encontraba las llaves ni el móvil tras el incendio y por eso no pudo alertar a las emergencias ni irse en coche del lugar.
Aquel día el riesgo de incendio estaba catalogado como extremo, con temperatura de 29º, humedad del 26% y rachas de viento de 31 kilómetros por hora. Los factores 30-30-30 que complican los incendios y favorecen la propagación, "como si fuera pólvora", declaró un guardia civil. "Había una de las peores condiciones que yo he visto en mi carrera", manifestó otro.
En la finca había maleza, según varios testigos. La defensa, ejercida por Guillermo Presa, alega que no era consciente del riesgo meteorológico. Incide en la "presión social y mediática" del proceso por haber coincidido con la oleada de incendios de octubre de 2017. Sostiene que la finca que ardió, de la mujer del acusado, es un lugar que él apreciaba, donde con un familiar había plantado hace años medio millar de castaños. "Era su bosque, iba a cuidarlo y a atenderlo".
Pide la absolución porque califica de "absurdo" culpar a su cliente de un incendio deliberado y califica la petición de condena como "absolutamente desproporcionada". Considera que su versión es la de "mayor verosimilitud". En caso de condena, quiere que la Audiencia catalogue los hechos de negligencia. "En modo alguno fue a propósito".
El letrado admite "una grave imprudencia" y propugna la aplicación de una eximente incompleta de anomalía psíquica más las atenuantes de dilaciones indebidas y reparación del daño, pues ya ingresó la cuantía de los gastos de extinción, que superaron los 947 euros. La Fiscalía admite esta última atenuante pero mantiene su petición de condena de 5 años y medio de cárcel. Por estos hechos, el inculpado fue detenido y estuvo casi un mes en prisión preventiva.
Las forenses consideran que el trastorno ansioso depresivo que padece el acusado, y que se "exacerbó" tras los hechos, no afecta "en absoluto" a sus capacidades. Sus rasgos de personalidad, de "dramatismo, histrionismo, narcisismo y teatralidad", con una "baja tolerancia a la frustración", no impiden que sea "consciente y responsable" de sus actos. Su vida era "normal".
Discrepan sobre el peligro
La fiscal, que acusa por el tipo agravado del delito de incendio forestal, sostiene que existió un grave peligro porque las llamas -como apuntaron ayer guardias civiles en la vista- podrían haber alcanzado viviendas, a unos 350 metros, de no ser por los medios de extinción y gracias a un vecino que abrió un cortafuegos con un tractor.
Un primo suyo, militar, ayudó en la extinción tras ver previamente en la zona al encausado. Hizo fotografías de la matrícula de su coche -que entregaría a la Guardia Civil- y telefoneó al 112 y a la centralita del instituto armado. El testigo dijo ayer que el acusado no le dio "explicación alguna" sobre el fuego. En su informe, la fiscal recogió que "no hizo nada y mantuvo una actitud esquiva para que no lo identificaran a través de la matrícula".
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