"Mucho lume, lume, lume. ¡Ufff!", dice Waltraud en un alemán galleguizado, al recordar el infierno que rodeaba su casa. Su marido Adolfo Vidal, emigrado 44 años en el país teutón, se negó a desalojar Muimenta, un núcleo de 84 habitantes, según la estadística. Aquella noche caótica se les dio por desaparecidos, unas horas. "Estaba teniendo cuenta de la casa. Me escondí y volví. Echaba agua al tejado para que no prendiera. No iba a dejar que ardiera mi vida", reafirma Adolfo un año después. El miedo no se ha ido. "Nunca vi un incendio así". ¿Fue intencionado? "Aquí nadie sabe nada o, si lo sabe, calla".