Los primeros días de octubre dejan en Ourense la impresión de que, otra vez, los incendios son una amenaza a estas alturas. En la provincia con más superficie quemada de toda España, el fuego ha calcinado unas 400 hectáreas este mes, castigando parajes como el Xurés -reserva transfronteriza de la Biosfera- o la Ribeira Sacra, polo turístico y aspirante a Patrimonio de la Humanidad. Se cumple un año de la catastrófica oleada de incendios de octubre de 2017, con cuatro víctimas y 49.200 hectáreas calcinadas en Galicia, la mitad en Ourense. El riesgo de que el caos se repita existe, dice el agente forestal Xosé Santos (A Limia, 1963), integrante de Amigos da Terra y del Consello Forestal de Galicia.

- ¿Toca acostumbrarse a sufrir incendios en octubre?

- Los incendios ya no tienen fecha fija en el calendario. Estamos ante un evidente cambio climático y un riesgo cada vez mayor de incendios estructurales por culpa de la despoblación del rural. Hubo un cambio de uso del territorio que ha dado lugar a zonas auténticamente desertificadas desde el punto de vista ambiental y humano. Así que, por desgracia, tenemos que acostumbrarnos a que los incendios se pueden producir en cualquier época del año.

- ¿Pueden repetirse más casos límite como el de octubre de 2017?

- Utilizando el principio de precaución, digo que sí. Las políticas forestales no están diseñadas para evitar que no se produzcan situaciones así. Puede repetirse en cualquier época si las condiciones meteorológicas son favorables para el fuego y no se cambia el modelo. Es imprescindible fomentar una estructura rural que evite la desertificación y recupere el paisaje de mosaico perdido, logrando un equilibrio con un ecosistema agro-silvo-pastoral. Existía en Galicia y precisamente se ha perdido, a la vez que aumentaba la despoblación, en las zonas de mayor incidencia de los incendios. Si desaparecen usos del territorio y, al mismo tiempo, no se opta por una cultura forestal que rompa la continuidad de plantaciones monoespecíficas, tendremos situaciones como la de octubre pasado, 1989 o 2006. La locura, como dijo Albert Einstein, es continuar haciendo lo mismo y esperar que consigamos resultados diferentes.

- La lluvia sigue siendo clave.

- Dependemos de las condiciones meteorológicas, con la famosa escala de los tres treintas: el riesgo de que se produzcan incendios explosivos se dispara cuando, aproximadamente, hay 30 grados o más de temperatura, menos del 30% de humedad relativa y vientos de 30 kilómetros por hora, o superiores. Si, además, en la zonas en las que se dan esas condiciones, existe un abandono del rural, plantaciones monocultivo o una combustibilidad muy elevada de la vegetación, pueden producirse incendios muy virulentos.

- ¿Es recuperable el daño que infligen oleadas tan feroces como la de octubre de 2017?

- En los incendios recurrentes en zonas que arden sistemáticamente, como el Xurés, las cabeceras del Limia y el Arnoia, o el valle de Monterrei, se han quemado bosques autóctonos y brañas [terreno de prado o monte bajo muy húmedo], lo que tiene un efecto pernicioso y colateral. Hay áreas de Ourense en las que casi se puede decir que el daño es irreversible. Hay montes con graves problemas para que salga adelante la vegetación debido a la erosión, la pérdida de suelo y la afectación a la fauna. Si una carballeira arde, el daño trasciende al menos 15 o 20 años, podremos recuperar el verde pero no la biodiversidad.

- ¿Funciona el modelo de extinción y la respuesta temprana?

- Galicia es el territorio de toda Europa que más dinero gasta en la extinción de incendios, pero no lo suficiente en política forestal, porque somos la zona del continente donde más superficie arde. En Galicia se concentran la mitad de los incendios y entre el 30 y 40 % de la superficie afectada, cuando solo representa el 7% de la extensión de todo el estado. En Ourense se registran la mitad de los incendios de Galicia. Evidentemente cada vez tenemos más experiencia en los operativos, por desgracia. Sabemos apagar mejor los incendios pero en lo que tenemos que avanzar es en la prevención, en el principio básico de precaución.

Si antes nos situábamos en una media de 9.000 o 10.000 incendios al año, ahora estamos en unos 4.000 a 6.000. Pero debido a la caída de población, al estado de la vegetación con una alta combustibilidad, así como a la pérdida de bosque autóctono, con una regresión incendio tras incendio..., pues es la pescadilla que se muerde la cola. La pérdida de vegetación autóctona cada vez da más problemas. Además, se están registrando muchos incendios en torno a carreteras, autopistas y vías de tren porque los organismos oficiales están abusando de los herbicidas, cuyas sustancias incrementan la combustibilidad. Con silvas y helechos es mucho más difícil que arda que cuando se aplicó herbicida.

- El próximo plan forestal prevé que el eucalipto alcance hasta un 16% del monte de Galicia.

- Hace mucho tiempo que se superó con creces la superficie que debería ocupar. En el plan forestal de 1992, que marcaba la hoja de ruta hasta 2030, se estableció un máximo de 300.000 hectáreas, pero en el 2000 ya se habían superado las previsiones y hoy estamos cerca del medio millón, entre masas puras y mixtas. Las plantaciones monoespecíficas dificultan la extinción, por lo que habría que romper la continuidad e intercalar especies autóctonas. Podemos tener más árboles que nunca pero cada vez tenemos menos bosques. Un bosque es una casa, mientras que una plantación de eucaliptos o pinos es lo más parecido a una plantación de maíz. Las políticas deberían buscar ese equilibrio agro-silvo-pastoral, pero los políticos solo miran de elección en elección. En Galicia falta cultura forestal, vivimos de espaldas al monte.