El vecino con discapacidad mental que se paseaba por el pueblo con una escopeta de caza, de reacciones "explosivas" e influenciable, que sabe distinguir el bien del mal pero no planear ni medir las consecuencias, ya ha cumplido en prisión preventiva un tercio de la condena de 10 años y medio, notificada ayer, por matar de un tiro al holandés afincado en la remota aldea de Santoalla (Petín), donde Martin Verfondern experimentó los dos extremos: la felicidad y la violencia por la mala relación con la única familia nativa. El 19 de enero de 2010, Juan Carlos le disparó a través de la ventanilla de su todoterreno porque "conducía como un tolo" -confesaría a la Guardia Civil casi 5 años más tarde- y por el clima de odio a los foráneos que el homicida palpaba en su casa.

La sentencia de la Audiencia Provincial de Ourense plasma el veredicto de culpabilidad que el jurado alcanzó el 22 de junio. Juan Carlos Rodríguez González no podrá acercarse a la viuda -y tampoco a la aldea, donde Margo Pool ha seguido viviendo como única vecina- en 11 años y 5 meses. Julio, el hermano encubridor, que escondió el coche y el cadáver en un paraje poco transitado, a 18,5 kilómetros del pueblo, queda impune porque, aunque con su acción el crimen estuvo oculto 4 años y medio, la ley exime a los familiares directos del delito de encubrimiento. "Estoy un poco más tranquila, por fin ha terminado. Ahora podré continuar con mi vida", dijo Margo Pool ayer en conversación telefónica, pocas horas antes de viajar a Holanda para cuidar a su madre.

Es una condena por homicidio (10 años de cárcel), más tenencia ilícita de armas (6 meses), con la atenuante de anomalía psíquica. Juan Carlos sufre una discapacidad mental leve del 65% y tiene un cociente intelectual de 64, cuando 100 es la media. La sentencia, que impone una indemnización de 50.000 euros para la viuda, admite apelación ante el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG), pero ni la Fiscalía ni las defensas va a recurrir, por lo que la resolución será definitiva cuando transcurra el plazo de 10 días. El ministerio público y los abogados acordaron al final de la vista que el responsable fue Juan Carlos.

La posibilidad del indulto

El jurado lo declaró culpable de homicidio por 7 votos de 9 integrantes. A la vez, abrió la puerta al indulto, que la defensa explorará. La sentencia refleja el visto bueno del tribunal a que se proponga al Gobierno la concesión de esa medida de gracia.

La muerte del holandés de un disparo, el resultado de "una latente enemistad y permanente conflicto", fue inmediata. Julio subía con su tractor desde Petín y se encontró a la entrada de la aldea el coche del holandés. Él estaba muerto. Vio a su hermano cerca y, temiendo que iban a culpar a su familia, quiso tapar el crimen. Aprovechando su conocimiento de la zona -es ganadero y cazador-, Julio condujo el vehículo de Martin, con su cadáver en el asiento trasero, por pistas forestales hasta un paraje en A Veiga, "de nulo tránsito, de muy difícil acceso y vedado a la caza", según recoge la sentencia.

Julio escondió el Chevrolet Blazer entre unos pinos, sacó el cuerpo y lo trasladó al otro lado de un cortafuegos, a unos 150 metros, donde le prendió fuego y lo tapó con unas ramas. Durante 4 años y medio, la desaparición del holandés de Petín fue una incógnita. Se hicieron numerosas batidas, incluidas búsquedas con georradar, pero la caprichosa geografía de la montaña valdeorresa guardó el secreto. En junio de 2014, gracias al azar, el crimen salió a la luz. Un helicóptero de la Guardia Civil que acudía a un incendio sufrió una avería y tomó tierra. Al retomar vuelo, los ocupantes vieron un destello y acudieron a mirar. Era el todoterreno semicalcinado de Martin.

La relación en armonía entre forasteros y nativos al comienzo, tras la llegada de los holandeses en 1997 para llevar una vida tranquila en un entorno natural precioso, duró poco. Se impuso la Galicia profunda. Las diferencias culturales, las denuncias cruzadas, el carácter reivindicativo de Martin y la actitud de los vecinos fueron complicando la convivencia entre las dos familias de Santoalla. La gota que colmó el vaso fue el pleito con el que los holandeses pasaron a formar parte de la comunidad de montes. La familia enemistada dejó de ser la única que ingresaría beneficios (en 2006, habían percibido 21.000 euros). El 4 de diciembre de 2009, los holandeses ganaron el derecho por sentencia firme. Un mes después, a Martin Verfondern lo mataron su vecino y el odio.