El hogar en la naturaleza que buscaron en autocaravana por media Europa, para alejarse del trajín de Amsterdam, los recibió con un humor premonitorio. "Llegamos en noviembre de 1997. Hacía frío, llovía, el día era muy malo", recuerda Margo Pool, testigo de lo bueno y de lo malo en Santoalla, una aldea de Petín atrapada por un bello paisaje de montañas ondulantes, verde y quietud. La viuda de Martin Verfondern, víctima en enero de 2010 de un crimen que no se descubriría hasta junio de 2014, es la única habitante del pueblo desde que la Guardia Civil detuvo a dos hermanos de la otra familia, enemistada, como presuntos autores de un crimen en el que las malas relaciones fueron el germen, y la oposición a que el matrimonio tuviese derechos en la comunidad de montes, el posible detonante. El lunes se enfrentan a un juicio ante un tribunal del jurado en la Audiencia Provincial de Ourense. Margo declara como testigo el martes. Cerca de los 65 años, en Santoalla lleva 8 desde que está viuda. A Martin se lo arrebató la violencia, pero no se fue del todo. Sus restos reposan en el cementerio que corona la aldea. Su recuerdo la abriga. "Siempre encuentro cosas que ideamos e hicimos juntos y pienso en él. Han pasado 8 años y poco a poco hay que seguir la vida".

La víctima se temía lo que finalmente sucedió. Hizo grabaciones caseras para documentar sus miedos. Captó al que sería su presunto asesino, Juan Carlos R. G., rociando con veneno su huerta. A su hermano Julio, abriendo un paso con el tractor a través de su finca. Al patriarca, Manolo, golpeándolo con el cayado. "Si me voy, no solo perdería a Martin, sino el sueño que construimos", afirmaba la viuda en el documental con el que, gracias a la producción de Cristina de la Torre, los estadounidenses Andrew Becker y Daniel Mehrer (un hermano de este último llegó a Santoalla justo el día en que desapareció Martin), retrataron en 82 minutos -hubo más de 100 horas de grabación previa al montaje- hasta dónde puede llegar la exclusión del diferente; un odio absurdo por arraigo y dinero que enfrentó a la Galicia profunda con un modo de vida diferente, hippie e idealista.

Margo Pool ya es la única persona en un pueblo comido por las ruinas -fue estampa de la película Sempre Xonxa de Chano Piñeiro-, al que los sospechosos no pueden regresar. Juan Carlos, el presunto autor del disparo que acabó con Martín, porque está en prisión preventiva. Julio, porque una orden de alejamiento le impide tan siquiera sacar a sus vacas a pastar por Santoalla. "Aquí estoy bien, me siento tranquila, aquí tengo la posibilidad de hacer cosas en la naturaleza. Aún pienso que Santoalla es un poco el paraíso", decía la viuda ayer, en una conversación por teléfono con este periódico. Frente a la casa de planta baja que rehabilitó el matrimonio, la montaña se presenta majestuosa. Margo se levanta a las 8 y ocupa su jornada hasta la noche, cuidando a los animales -hace quesos con la leche de sus cabras- y cultivando la huerta.

La justicia por el asesinato de Martin se habrá demorado más de 8 años. Margo se resignó a tener que esperar, desde que en enero de 2010 se perdió la pista de su marido, de 52 años, cuando regresó a la aldea tras hacer recados en A Rúa. "Al principio pensé que era un accidente, después ya temía otra cosa". Las rencillas y el pleito judicial con la otra familia por el derecho del monte comunal -un terreno de unas 400 hectáreas que circunda el pueblo- acrecentaron sus sospechas cuando aparecieron el todoterreno quemado de Martin y, cerca, sus restos óseos. El 4 de diciembre de 2009, una sentencia firme obligó a considerar a Martin un comunero más a todos los efectos. Al mes siguiente desapareció.

Se hicieron numerosas batidas por los alrededores de Santoalla, incluida una búsqueda con georradar, pero la montaña valdeorresa se tragó el secreto 4 años y medio. El 18 de junio de 2014, un destello destapó el crimen. Un helicóptero de la Guardia Civil que acudía a un incendio forestal vio un reflejo y sospechó. Era el Chevrolet Blazer de la víctima disimulado entre unos pinos. Los huesos de Martin aparecieron a 95 metros, en un paraje del municipio de A Veiga, a 18,5 kilómetros de Santoalla. El coche estaba sin matrícula y semicalcinado, quizá porque la nieve de enero dificultó la combustión por completo. La inspección ocular y del forense confirmaron que la desaparición del holandés no había sido un misterio, sino un crimen.

La vista comienza el lunes con la elección de los 9 titulares y 2 suplentes del jurado La Audiencia Provincial ha reservado la sala hasta el 25 de junio. Cuando finalice la prueba, el jurado deliberará hasta dictar veredicto. La viuda se muestra prudente: "Hay que esperar".

Juan Carlos, que padece una discapacidad intelectual leve según los forenses, reconoció ante los investigadores que había disparado por miedo a ser atropellado tras afear al holandés que condujera "como un tolo". El cambio de versión del sospechoso se produjo 5 meses después, en mayo de 2015. Juan Carlos negó haber matado al holandés e incluso que se hubiera encontrado con él. Su hermano Julio es el presunto encubridor, un hecho que por sí solo no le acarrearía castigo.

El fiscal, Miguel Ruiz, solicita en su escrito provisional 17 años de prisión para Juan Carlos por asesinato. Para Julio, la aplicación del artículo 454 que le eximiría de responsabilidad por ser familiar. Pero si en el devenir del juicio la prueba acreditara que el asesinato fue pactado entre los dos hermanos y que los dos, por lo tanto, son coautores, el fiscal propondrá que Julio sea condenado a 18 años.

"Martin empezó a temer por su vida ante las múltiples amenazas de la familia vecina", sostiene el fiscal, "llegando incluso a comenzar los trámites para contratar un seguro de vida". Por ese temor se movía por la aldea con una cámara de vídeo para grabar los encuentros con sus vecinos. El 19 de enero de 2010, fue asesinado. El fiscal sostiene que Juan Carlos R.G. aprovechó que la viuda estaba en Holanda cuidando de un familiar. Presuntamente lo esperó a la entrada del pueblo, forzó la detención del Chevrolet Blazer y le disparó. Julio apareció presuntamente en el tractor y le ayudó a deshacerse del cadáver.