"Si pusiera hoy los exámenes que ponía en mis primeros años como profesor, ¡ay, díos mío!, no aprobaba ni el primero", asegura Jose María. Tanto él como su hermano comparten una visión pesimista sobre el sistema educativo a las puertas de su jubilación: "Nos vamos desencantados por su continua degradación". Los dos lamentan tanto la pérdida de respeto al profesor y a la institución universitaria como "la creciente primacía de las competencias sobre el conocimiento" en la orientación de esta. "Es una aberración", resume Antonio. Apenados por que "el espíritu de sacrificio del alumnado brille por su ausencia", consideran que los recientes planes de estudios no produjeron mejora alguna. "Pretenden que los alumnos corran, cuando no saben andar", ilustra el mismo profesor.

Ambos docentes, que defienden un sistema de evaluación más estricto que impida el arrastre de materias suspensas desde el primer curso hasta el final, echan en falta el espíritu crítico y la simple aplicación de la lógica entre sus alumnos. "Cuando se habla de las generaciones mejor preparadas de la historia, habría que matizar que son las más tituladas", aclara Jose María. "En el uso de las nuevas tecnologías y los idiomas nos dan mil vueltas, pero no en la capacidad de razonar. La mayoría, aunque suene duro, no sabe interpretar lo que lee", añade.

"Muchos alumnos funcionan como autómatas: hacen ejercicios a base de puro entrenamiento, pero son incapaces de relacionar unos conocimientos con otros", le apoya su hermano.