Cientos de perseguidos por el nazismo se salvaron de las cámaras de gas gracias a tres hermanas que, desde la cantina de la estación de Ribadavia en Ourense, sin recursos económicos ni apenas formación, tejieron a principios de los años 40, una red de solidaridad propia de los mejores estrategas, que permitía a los que llegaban a esta tierras del Avia, tras un durísimo viaje desde Alemania y otros países, huir a través de Portugal y de ahí en la mayoría de los casos a Estados Unidos.

Llegaron a vender rifas y realizar acciones benéficas para conseguir ayudas para su causa, y su apocada estética, propia de la de cualquier mujer del rural de la época, no hacía sospechar de su importante labor como estrategas.

"El verdadero valor de las hermanas Touza, es que sin recursos, viviendo en un país como España, que había salido de un guerra durísima, se arriesgaron y jugaron su vida por cientos de personas a las que ni siguiera conocían, a cambio de nada", explicaba ayer Emilio Ruiz Barrachina.

Este prolífico y reconocido escritor y director de cine, presentó ayer en "elcercano" en Ourense "Estación Libertad", un libro que recrea la historia de las hermanas Touza, en cuya adaptación al cine trabajan ya dos productores americanas, que podría estar en las pantallas en 2018 y cuyo sugerente titulo "Estación libertad, no tiene nada de literario.

Ese era el nombre con el que los perseguidos del nazismo conocían a esta diminuta estación de tren del rural gallego desde cuya cantina tres hermanas Touza, y en especial Lola, la más vehemente, habían tejido una red de ayuda internacional que les iba a permitir escapar de una muerte segura.

Las Schindler gallegas

"Se les llama las Schindler gallegas, pero aquel empresario alemán tenía medios; ellas no y por eso mi intención es que cada vez que se descubra un caso de solidaridad como el de ellas, se empiece a decir en el mundo "las Touza francesas o portuguesas o alemanas, pues lo que ellas hicieron posible en los años cuarenta en Ribadavia, Ourense, tenga alcance internacional" , indicó el escritor y director.

El libro, editado por La Esfera las Letras y presentado ayer en Ourense, apoyado por una interesante documentación fotográfica retrata la historia de Lola, Amparo y Julia Touza, quienes guardaron toda su vida un secreto, que ni el propio hijo de Lola llegó a saber la labor de su madre tras su muerte.

Los huidos que llegaban hasta Ribadavia eran normalmente personas de buena posición económica "pues habían tenido que pagar unos visados, habían tenido que pagarse todos los transportes para llegar hasta España y sobornar a muchos, pero las hermanas nunca sacaron rendimiento de ello, no sabían ni a quien estaban ayudando. Se limitaban a tratar de salvar vidas", indica Barrachina.

Uno de esos huidos era precisamente una familia de prestigiosos fabricantes de calzado de origen judío, que fabricaban botas para el ejército alemán. El nazismo les perdonó la vida un tiempo porque los necesitaba. Pero llegada la hora de su más que seguro extermino, tuvieron que huir.

Barrachina cuenta de forma directa sencilla y magistral en el libro como antes de escapar rumbo a Portugal estos fabricantes de calzado, adoptaron un niño huérfano de 11 años, que encontraron en la estación de Ribadavia.

Ese niño es "Martín", nombre supuesto en la novela, que ya con 60 años, volvió a tejer una red de contactos para saber a través de un gallego emigrado en Estados Unidos, quienes habían sido aquellas mujeres que habían salvado a sus padres adoptivos y a él. Esta búsqueda dio sus frutos y permitió destapar en 2008 la entonces desconocida gesta de las Touza. Ahora la sensibilidad de Barrachina, hará que su ejemplo siga vivo.