El verano es un soplo de vida para el rural de Ourense. Mientras miles de turistas pasan de largo por la provincia en su viaje vacacional hacia el litoral, otros muchos se adentran por las carreteras del interior buscando el descanso en su pueblo natal o en la aldea en la nacieron sus padres o sus abuelos. Durante el estío hay ruido en las casas que permanecen todo el año cerradas y los niños, casi inexistentes en muchas aldeas, vuelven a correr por las calles y plazas.

La presencia de estos veraneantes dispara, aunque solo sea temporalmente, el censo de población en Ourense. En 21 ayuntamientos llega a duplicarse y en casos como el de A Veiga multiplica por cuatro el padrón real (de 1.000 a 4.497). De ahí que en un escenario en el que el drama demográfico se ha convertido en una prioridad de la agenda política, agosto sea un oasis para la despoblación.

Los datos corroboran esta postal de verano en Ourense. San Salvador, en Allariz, es una de tantas aldeas que recupera la plena actividad en agosto. De dos familias residentes habituales, pasa a seis. En Queiroás ocurre lo mismo. El alcalde, Francisco García, tiene claro que la actividad económica es una parte importante de la recuperación de población y en lo que lleva años trabajando Allariz es, precisamente, en potenciar el producto local de temporada y la comercialización directa que incida en el territorio. "En ocho años hemos incrementado nuestro censo en 1.000 habitantes", explica el alcalde, que defiende la calidad de vida como una de las claves para fijar población. Es lo que ofrecen a los hijos y nietos de aquellos que emigraron en los años 60, especialmente al País Vasco, población que regresa en verano y puede encontrar en Allariz algo más que un destino de veraneo, un plan de vida.

La segunda y tercera generación de los emigrantes ourensanos conforman el grueso del turismo del rural ourensano, y cubren los huecos que durante las últimas dos décadas han dejado el envejecimiento, la caída de la natalidad y la nueva emigración.

De hecho, la pérdida de población se ha cronificado en la provincia. Desde que el Instituto Nacional de Estadística, INE, empezó a informatizar y actualizar el padrón en 1996, la curva ha tirado para abajo. A 1 de enero de 2015, que es la fecha de la última revisión, había en la provincia 28.522 ourensanos menos que hace 19 años, que sería lo equivalente a borrar del padrón las villas de Verín y O Carballiño. En este período, Ourense ha perdido una media de 1.501 habitantes cada año, si bien este declive se ha acentuado peligrosamente en los últimos años. La última cifra reduce el padrón provincial a 318.391.

El veraneo tampoco se libra de la despoblación y los datos lo corroboran. Municipios en alerta demográfica como Parada de Sil han perdido visitantes de segunda residencia. En 2011, este concello tenía un padrón de 683 vecinos que prácticamente se duplicaba en el período vacacional pasando a 1.253. En 2014, año que registra los últimos datos actualizados de población estacional, el censo total, incluyendo a los segundos residentes, ha caído a 650, prácticamente la mitad.

Las cifras que recoge el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas respecto a la población y equipamiento de los núcleos sitúan a Ourense como un destino de segunda residencia. En todos los municipios hay un repunte importante de población en período estacional, o lo que es lo mismo, personas que residen durante 14 días o más en el territorio alojándose en una vivienda de su propiedad. Este colectivo se considera población vinculada.

Un total de 21 ayuntamientos duplican el censo en estas circunstancias. Se trata de Baltar, Bande, Baños de Molgas, Os Blancos, Cartelle, Cenlle, Cualedro, Chandrexa de Queixa, Entrimo, Lobeira, Lobios, A Merca, A Mezquita, Nogueira de Ramuín, Padrenda, Sarreaus, A Veiga, Viana do Bolo, Vilamartín de Valdeorras, Vilar de Barrio y Xunqueira de Ambía. Otros, como Monterrei, Muíños o Manzaneda se acercan llegan casi a multiplicar por dos su padrón.

Finalizado el verano, y salvo escapadas de fin de semana o visitas en verano y Semana Santa, la provincia vuelve a la realidad. En un total de 153 aldeas ya no vive nadie y están abandonadas. En otras 81 solo vive un vecino, en 112 residen dos y en 108, tres.