Una hora antes de la misa ya no se podía acceder a la iglesia parroquial de Lodoselo, Sarreaus. Ninguno de los escasos cien vecinos que habitan en esta aldea limiana, y cientos más venidos de toda la comarca e incluso de la capital, quería perderse una ceremonia especial oficiada por el arzobispo de Belcastro, José Rodríguez Carballo, superior general de la Orden Franciscana y hombre elegido por el papa Francisco para ostentar el cargo de secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Un extenso currículum en el que el nuevo miembro de la curia vaticana se esfuerza en que figure también su condición de vecino de Lodoselo, lugar en el que nació en 1953 y al que viaja siempre que puede desde que hace 18 años fijó su residencia en Roma. "Aquí están mis raíces, me siento de esta tierra, esta es mi gente y vengo siempre que puedo porque es donde están los seres más queridos", expresó minutos antes de oficiar la esperada misa. Tras la ceremonia fue nombrado hijo predilecto de Sarreaus y las autoridades locales descubrieron una placa en su honor en la plaza que se extiende frente a la casa familiar de Rodríguez Carballo, y que desde ayer lleva su nombre.

Muy emocionado por el recibimiento que le hicieron sus vecinos, amigos y compañeros franciscanos, el arzobispo no escatimó abrazos y se fotografió con todos los que se lo pidieron, incluido un grupo de franciscanas seglares de la tercera orden de Ourense que se deshicieron en elogios del que fue su director. El franciscano hablo con todos utilizando siempre el gallego y sus vecinos le agradecieron la sencillez y su cariño. Todos le recuerdan de niño y le siguen identificando como "o Pepe da tía Celia". Él mismo reveló con total franqueza este dato al explicar que el nuevo nombramiento que le sitúa como número dos del papa Francisco lo afronta "con mucha sencillez, aquí vienen todos a preguntarme como quiero que me llamen y yo les digo que son o Pepe da Celia e do Ánxel, fillo desta terra".

El obispo de Ourense, Leonardo Lemos, sacerdotes de toda la contorna, franciscanos de distintos puntos de Galicia, alcaldes y otras autoridades como el vicepresidente del Parlamento, Miguel Santalices; el jefe territorial de la Xunta, Rogelio Martínez; el presidente de la Diputación, José Manuel Baltar; o el subdelegado del Gobierno, Roberto Castro, participaron en el homenaje que ayer revolucionó el pequeño pueblo de Lodoselo donde, tal y como recuerda Josefa Rodríguez Carballo, su hermano ya jugaba de pequeño con "altares hechos con cajas". Su vocación religiosa no sorprendió a la familia, pues siempre quiso acompañar a su madre a misa y la escuchaba "muy atento sentado en su colo".

"Fue una gran maestra para mí -declaró emocionado el franciscano-, después de Dios, le debo todo a mi madre".

Los vecinos de Lodoselo y de toda la comarca se han volcado con su vecino más ilustre. El sábado viajaron en cuatro autobuses y coches particulares a Santiago para asistir al nombramiento y ayer, los más próximos madrugaron para poner en marcha el horno comunal de Lodoselo y hacer "con nuestras manos" el pan que tras el homenaje acompañó al pulpo que degustaron bajo una carpa en la plaza. El pan de Lodoselo, la tortilla de patata con huevos caseros de su hermana Josefa y la paella son algunos de los platos que Rodríguez Carballo tiene asegurados cuando visita la casa familiar, el lugar "donde mejor me siento".

El acompañamiento en su primer día de arzobispo fue multitudinario. Acudieron antiguos alumnos del Seminario de Vigo, como Benito Rodríguez, y sus más fieles amigos, entre ellos, el paúl Arturo Conde: "El Viernes Santo estaba aquí, en Lodoselo, cuando lo llamó el papa para decirle que tenía una sorpresa para él (el nombramiento). No se podía creer que lo llamase en persona. Esa es la sencillez".