Hoy se vislumbra un Ramón Fernández distinto al hombre obstinado en complicar la labor de la Guardia Civil con versiones falsas y datos torticeros para involucrar a su vecino en el homicidio que lo mantiene en prisión condenado a 12 años y medio. Más habituado a la rutina entre rejas del centro penitenciario de Pereiro – intentó suicidarse tres veces en sus peores momentos– Ramón muestra otra personalidad desde el día del juicio donde, sin previsión, poniendo de acuerdo a todas las partes, reconoció todas sus culpas transmitiendo súplicas de perdón a la familia de su joven víctima, la prostituta brasileña María do Socorro da Silva. Tras citarse con ella por un anuncio de contactos, el reo la ejecutó con su escopeta y después arrojó el cadáver al río. El causante de una muerte atroz busca por todos los modos donar vida. Su hermana, de 67 años, aquejada de problemas renales y necesitada de un transplante, es ahora su obsesión.

El preso urgió a principios de año, a través de este periódico, que le dejaran donar un riñón manifestando que los dos hermanos tienen patrones sanguíneos compatibles, así como una señal de agradecimiento a la persona que "nunca me dio la espalda y siempre me apoyó en todo". En una nueva misiva traslada a FARO desde el módulo 4 donde vive entre rejas, Ramón Fernández Álvarez combina la misma determinación con malestar por la falta de implicación de las administraciones. "Todos dan buenas palabras pero no hacen nada. Yo aquí, desde la cárcel, no puedo".

Su hermana tiene consulta en el servicio de Nefrología del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO) el próximo 23 de marzo y, según cuenta, –un extremo confirmado en su día por el centro penitenciario–, Ramón recibe luz verde de los responsables de la prisión para darle facilidades. "El transplante se realizaría en el Juan Canalejo (hospital de A Coruña). Yo iría a dormir a la cárcel de Teixeiro", explica Ramón.

"Cada día está peor"

El homicida se emociona al mentar a su hermana: "Ahora deseo donarle a mi hermana mi riñón, que es lo que más me importa, pues ella siempre me ha apoyado y cada día está peor. Lleva tres años haciendo diálisis". El recluso aventura que "si sigue así se morirá muy pronto". También en el juicio lloró por lo que había hecho aunque no le tembló el pulso cuando remató a quemarropa a la joven brasileña. "Eso ya pasó y ya no se le puede devolver la vida. Yo ya le estoy pasando a la familia 350 euros cada mes". Adelantar una cantidad y consignar parte de su pensión le sirvió para atenuar la pena. En la misma carta dirigida desde la cárcel a este periódico, Ramón Fernández insiste en que está "arrepentido de lo que hice pero la vida nos guarda el destino que tenemos cada uno".

El asesino de Cenlle, casado y con hijo, recogió a la muchacha brasileña el 10 de febrero de 2010 en su casa de Ourense y la llevó con él a Cenlle. Allí mantuvieron relaciones sexuales. Al terminar, los dos bajaron a la bodega y empezaron a discutir por la cantidad que Ramón debía pagar a la chica. Socorro quería 400 euros, según él, y no podía darle más de 150. La chica amenazó con contarle las relaciones a su mujer y el condenado perdió los estribos. Con una escopeta le disparó dos veces. La joven recibió un primer tiro en el pecho descerrajado a una distancia inferior a metro y medio. El asesino no tuvo clemencia con la joven brasileña y la remató con un segundo cartucho alojado en la nuca.

Ramón recortó los cañones de la escopeta y envolvió el cuerpo en plásticos, lo cargó en una carretilla y lo trasladó en su vehículo hasta la localidad de Pazos de Arenteiro. En el cauce del río Avia arrojó a María Socorro. La Guardia Civil halló el cuerpo sin vida de la joven prostituta el 26 de febrero. El día siguiente, Ramón fue enviado a prisión. El crimen de Socorro despertó una ola poca veces vista de solidaridad que estrechó lazos entre el colectivo inmigrante. Una colecta masiva recaudó cerca de 5.000 euro para repatriar el cadáver. Finalmente la jo ven fue enterrada en el cementerio de Santa Mariña gracias a la labor del Concello de Ourense.