Cuando a los 12 anos Carlos Núñez (Vigo, 1971) fue invitado a tocar con la Orquesta Sinfónica de Lorient, Galicia ocupaba la periferia de la música celta. Ocho discos más tarde, el vigués, que llegó a ser definido como “la única estrella planetaria de la gaita”, descubre en Brasil, como antes hizo en Bretaña, un lugar afín al que tender puentes desde la cultura gallega. “Ojalá seamos conscientes de la riqueza que tenemos y, algún día, capaces de valorizarla”, avisa.

-Desde 1996 hasta hoxe, desde tu primer disco al último, no has dejado de buscar el diálogo de la música gallega con el mundo. ¿Nuestro sonido tiene esa capacidad única de abrir fronteras?

-Sin ninguna duda. La música gallega es el resultado de como somos nosotros. Y nuestra historia es clarísima: nos mezclamos. Por eso tiene todas esas vías posibles. En Galicia están estas autopistas, eses fíos máxicos como los llamaba Manuel Rivas, que nos unen con Irlanda, Escocia, Portugal, Brasil, incluso con el flamenco. Todos eses mundos somos nosotros.

-Por una parte, la que tú demuestras, esa forma de entender lo propio con óptica inclusiva. Pero por otra, aquí convivimos con actitudes a veces de minusvalorar o no dimensionar lo que tenemos. ¿Existen esas dos caras en la cultura gallega?

-Es muy probable que Galicia tenga un problema de comunicación, de marketing, con el mundo. Pero también es indiscutible que los emigrantes gallegos en el mundo fueron los que pusieron las bases de lo que hoy conocemos por Galicia: todo ese santuario de la gaita, Rosalía, Curros, el himno gallego, la bandera, los horros... Sí es posible que Galicia tenga un diálogo o dos formas de ver las cosas que conviven: ese mundo milenario, el de la Galicia rural, y luego esa modernidad de ciudades como Vigo, donde a veces tienes la impresión de que las “leiras” nunca existieron.

Pero es que aunque solo sea una pose ante la vida, cualquier gallego sabe que en un desastre nuclear siempre podrá regresar a la “leira”; siempre hay ese cordón umbilical con la tierra. El gallego nunca llega a cortar el cordón umbilical. Lo que llevo aprendido es que lo más universal que tenemos es la fuerza de esa Galicia milenaria. Ojalá seamos conscientes de esa riqueza que tenemos y, algún día, de valorizarla.

-Cuando la historia de tu bisabuelo te llevó a Brasil, ¿esperabas encontrar nexos de unión y posibilidades de comunicar tu música con la de allí?

-Habíamos estado allí antes de gira recibiendo señales de todos lados: el presidente de Brasil vive en el Palacio da Alborada, ¿cómo que Alborada?. Pero en aquel momento no estaba preparado todavía para ese viaje. Cuando decidimos embarcarnos fue al cuarto año, algo que se mostrará en el documental que publicaremos. La sensación, ahora, es que cuando profundizas en Brasil siguen apareciendo nexos de unión. Y que nosotros también somos partícipes de ese país.

La parte galaica que procede no sólo de los emigrantes sino de ese Portugal del norte, que llevó allí el lusismo no como lo conocemos sino el de la cultura gallego-portuguesa. Descubres que el primer instrumento que llegó allí fue la gaita, o palabras clave de nuestro imaginario como “lusco e fusco”, “orballo”, “alborada”. Todo eso no procede de Lisboa. Después descubres que músicos brasileños como Caetano Veloso o Gilberto Gil pueden pasar de cantar a las estrellas, a la luna, a las ondas y de pronto cantan un “aboio” (canto brasileiro típico de la región de Minas Gerais) o de repente un samba. Eso es Brasil: son muy modernos pero muy antiguos a al mismo tiempo, tienen esa parte galaica, esa parte muy próxima a los trovadores medievales; y todo está modernizado porque está ahí el componente afro que es la parte del éxito de todas las músicas del planeta: ese componente de síncopa del samba, rock, tango o rumba.