¿Quién no ha sido uncido siendo niño por el pañuelo perseguidor de alguna madre, tía o madrina que, previamente, habían pasado por la imagen de San Benito con la sana intención de curarnos una verruga?

Aquel ourensano que, aún siendo agnóstico, no vivió aquella incruenta persecución... O no tiene familia o no tiene historia. Ayer, siglos después de la sabia institucionalización de San Benito como santo curador especializado en la eliminación de esas molestas excrecencias rebautizadas como verrugas, ni el TDT ni la aldea global han conseguido torcer el rumbo de los fieles hacia su ermita.

Hasta la pequeña iglesia de San Benito de Cova do Lobo, situada en un enclave granítico de San Lorenzo de Piñor en el concello ourensano de Barbadás, se desplazaron miles de seguidores del santo de todas las edades y durante todo el día.

Y eso pese que este San Benito "milagreiro" tiene competidores por toda la provincia, pues se celebraron fiestas patronales y romerías en su nombre este mismo fin de semana en Allariz, la romería de "seitura" que le dedicó el Concello de Sandiás, o las de A Veiga, Cenlle, Parada do Sil, Solveira, Bentraces, Carballeda de Valdeorras y Luintra. La cristianización de ese entorno, opacó la práctica curativa que se hacía en épocas paganas y que convivió sin pudor hasta hace unas décadas con el cristianismo.

Se trata de la formación granítica conocida como "O Tangaraño, bajo la que se hacía pasar a niños enfermos o enclenques, llamados "entagarañados". Una mujer pasaba el niño enfermo desde un lado de la piedra pronunciando la frase, "Ei María, ahí che vai o tangaraño" y otra mujer lo recogía diciendo Devolvocho e salvo". Luego vestían al niño como ropajes nuevos como signo de purificación. Otros trataban de eliminar el "tangaraño" haciendo nudos en las "xestas" del entorno.

Pero hay quien dice tras la misa oficial a San Benito muchos acuden en noches luna llena y siguen rindiendo culto a la piedra mágica de "O Tangaraño".