No se extrañe nadie cuando un día, a plena luz del sol, nos digan que es de noche, y además nos obliguen, no solo a creerlo, sino también a firmarlo en doble folio. Porque nuestros políticos sacan a diario un escándalo nuevo que tapa al del día anterior, cada vez más grande y dañino para la población en general y terrible para las víctimas directas de tales tropelías. ¿Quien protege tanto a estos personajes mentirosos, ignorantes y frívolos que no dudan en afirmarse una y otra vez, sin sonrojo ni vergüenza, en sus propios errores y con los cuales están agravando impunemente la vida de la gente y socavando la democracia? ¿Qué le está pasando a esta sociedad que paga el sueldo sin rechistar a esta panda de oportunistas? ¿A qué se debe este silencio social, esta quietud, este miedo colectivo que nos tiene anestesiados? ¿Cuando va a despertar? ¿O es que mientras duren los estómagos agradecidos y la bonanza de unos cuantos, todo va bien y nadie se atreve a protestar?

“No hay gobierno que perdure ni mal que cien años dure”, dijo el poeta. Pero esta premisa, aunque es cierta, no sirve, porque el tiempo del ser humano es limitado, y la vida, aunque se empeñen en decir lo contrario, demasiado valiosa para estar a merced de mandatarios sin escrúpulos. ¿Quien los protege?