China e India, cuya población es casi el 35% de la población mundial, tienen unas grandes diferencias que trataremos de explicar. Yo tengo el privilegio de conocer ambos países y estuve en ellos hace unos pocos años. En China, con motivo de los Juegos Olímpicos de Pekín, estuve quince días y tengo que decir que no vine bien impresionado de este país comunista en que coexisten empresas privadas y grandes empresas estatales. Todos sabemos la historia: Mao Tse-Tung, con su Gran Marcha, expulsó del continente a Chiang Kai-shek, que tuvo que refugiarse en Formosa, cuya capital es Taipéi; el gran dictador actual es Xi Jinping, que en el último congreso del Partido Comunista Chino expulsó del partido al anterior presidente, Hu Jintao en un alarde de más autoritarismo y sin contemplaciones, en una escena bochornosa en que quería demostrar quién manda en China. Con todos estos antecedentes tengo que afirmar que mi impresión más bien fue mala.

El chino muchas veces es jugador y fardón y cuando tiene poder o dinero lo quiere exhibir. Recuerdo ver en Pekín coches de lujo ingleses y dentro, según me decían, iba una concubina guapísima camino de su amo.

Tengo que confesar que si algún día tengo que dejar este anticipo del paraíso que es la ría de Vigo al único país que no iría es a China. El comunismo destroza y arrolla lo que encuentra, al igual que el fuego o la riada.

El otro país que conozco es India, la visité hace unos años.

A través de la Cámara de Comercio de la India en España, conecté con el presidente del textil en la India y me invitó a comer en su casa. La comida fue espléndida y estábamos sentados el presidente de la confederación de empresarios textiles de India, su hijo y por nuestra parte estaba nuestro gerente de Amura, Carlos Borines, y yo. Observé que la esposa del presidente no estaba en la mesa y le pregunté por qué no se sentaba en la mesa y me respondió que ella estaba para supervisar a las dos chicas que nos servían. Pensé... ¡Igual que en España!

En la India se respira espiritualidad y amabilidad, el problema de las castas ya es historia y su hombre clave fue Mahatma Gandhi, hombre preparado en Inglaterra, abogado de prestigio y el gran libertador de la India.

Inglaterra se sentó a hablar cuando él consiguió parar todas las fábricas textiles de toda la India. Alemania, que es nuestra gran amiga, cometió con la gran canciller Angela Merkel el error de depender del gas de Rusia. Nunca pudo suponer las locuras de Putin. Ahora su canciller Scholz visita en Pekín al dictador Xi Jinping acompañado de un nutrido grupo de empresarios alemanes. El regalo de Scholz fue la venta de parte del puerto de Hamburgo a China. Nuestros amigos los alemanes se están columpiando y no debemos de olvidar que nuestro gran adversario del mundo occidental es China y no Rusia.

Así las cosas, en España la situación cada día es más incierta, Podemos se deshace e intenta cortar las alas a Yolanda Díaz, el partido de Abascal va perdiendo escaños, según las encuestas, que sería el gran aliado del señor Feijóo.

No cabe más que el pedir al Señor todopoderoso que nos dé a los españoles “sentidiño”.