Quiero que llueva. Que llueva todo el día. Que se empape la tierra. Que se formen charcos donde juegan los niños. Que se llenen los embalses. Que se acabe la sequía. Que surjan cientos de humedales donde vuelen las garzas reales. Quiero que llueva. Poco a poco. Que los ríos bajen vivos. Que la química del agua vuelva verde el gris del incendio. Que me coja el chaparrón en la calle. Y que me vuelva agua. Que la humedad lo cubra todo. Que crezca el musgo en el alféizar de tu ventana. Que tu grifo no se quede mudo. Quiero que nieve. Quiero que nieve en Ucrania. Que la nieve tiña de blanco los cañones. Que el frío congele en el aire las balas. Que la escarcha borre las estrategias del señor de la guerra. Que el rojo de la sangre se vuelva blanco. Quiero que haga frío y se congelen los polos más allá de su límite. Quiero ver belugas en las Cíes y búhos nivales en Monforte. Quiero tomarme un helado de frutos silvestres en enero.