Se suponía que tras la pandemia lo pasaríamos en grande. Abrazos, reuniones, vacaciones y no sé qué más. Pero a la pandemia le siguió la guerra que a veces nos hace temblar el suelo. A la guerra le siguió la crisis económica. Para comprar una barra de pan, tienes que empeñar media casa. Hay quien alquila el trastero bajo uralita a los madrileños agobiados. Total, para ellos aquí nunca hace calor. Y desde hace un buen tiempo tenemos el cambio climático. Que nos deja secos por dentro y por fuera. A mayores, al salir del confinamiento, la gente está rabiosa por llegar a todos los sitios antes que nadie. Por disfrutar lo que nunca disfrutarán. Utilizando para ello los medios más ilícitos que te puedas imaginar. Por eso yo decido volverme al confinamiento. A mis clases de karate online. Porque en confinamiento no se puede hacer la guerra. Porque la guerra con mascarilla no resulta. Y en confinamiento los jabalíes y los delfines vuelven a las ciudades. Porque sí no podemos salir, no podemos contaminar. Y tampoco se habla de las bancarrotas mundiales. Hay cosas más importantes en ese momento. La bolsa de New York no tiene memoria en pandemia.