El 10 de septiembre se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. La mayoría de noticias estos días se basaban en demandar más psicólogos, más trabajadores sociales... más personal, en definitiva.

¿Hacen falta más profesionales? Sí, claramente, pero no para seguir haciendo lo mismo que hasta ahora. Si un 25% de la juventud requiere atención psiquiátrica igual llegó el momento de mover los marcos y dejar de mirar para el dedo cuando nos señalan la luna.

Althusser (1965) criticaba que las técnicas psicológicas no eran sino técnicas de condicionamiento, de adaptación, que lo que intentan es ayudar en la negociación entre el individuo y la sociedad, atribuyendo el sufrimiento a una incapacidad, defecto o daño estructural individual que hace a la persona más vulnerable ante las exigencias del mundo, invisibilizando la naturaleza colectiva, grupal, de muchos de esos malestares y sufrimientos. ¿Y si llevamos demasiado tiempo centrándonos en el individuo y la clave está en el grupo, en lo social? Si mucho del sufrimiento es social, las respuestas no pueden seguir siendo individuales, reatribuyendo el origen del malestar a la persona.

Desde las diferentes disciplinas relacionadas con la salud mental, atender a un paciente o a una familia puede ser suficiente (e incluso esencial, ojo) para esa persona o esa familia, pero, ¿no podríamos hacer algo más por el conjunto de la sociedad? Por esa sociedad que también cambió con los tiempos, esa “sociedad líquida” de la que habla Bauman en sus libros.

Es necesario deconstruir los modelos hegemónicos establecidos y empezar a mover los marcos, también ideológicos, trabajando desde el poder de los grupos, desde la implicación de toda la comunidad.

Debemos implicar en esto a toda la población, desde la infancia a la tercera edad, volviendo a “infantilizar a la infancia” como comentaba el psicólogo Ricardo Fandiño, arriesgando y apostando por otras formas de hacer como el psiquiatra Alexandre García Caballero, teniendo como herramientas el trabajo colectivo, las dinámicas y roles de grupo, etc. Lo que se lleva haciendo hasta ahora no funciona, debemos mover los marcos y fomentar espacios colectivos de reflexión que posibiliten trabajar con otras miradas, desde otros abordajes, etc.