La fe establece en la vida cristiana una relación fundamental del hombre con Dios. Implica la aceptación de la verdad revelada, pero, sobre todo, la adhesión a Dios, manifestada en Cristo. El creyente, guiado por el amor de Dios Padre, con la fuerza del Espíritu, se adhiere de corazón a Cristo, que a través de su pasión, muerte y resurrección ha manifestado la plenitud de la salvación.

La fe es el gran regalo del amor de Dios. La fe es un don, que Dios nos da para que seamos capaces de ser y vivir en Él, con Él y por Él. La luz de la fe ilumina nuestro camino y acompaña nuestros pasos en la vida. Y es Dios quien nos la concede, quien nos ayuda a caminar en la fe.

Dios llega a nosotros y se hospeda en nuestra alma, que lo acoge con satisfacción, aún cuando el entendimiento no vea con claridad la luz. Sólo la fe proporciona la luz que necesitan el entendimiento y la voluntad. La fe nos hace conocer que Dios existe, que es Amor, que quiere comunicarse con nosotros, para guiarnos hacia la eternidad.

La fe es la gran maestra de la vida cristiana: ella nos guía al amor de Dios. Constituye el más precioso regalo de Dios al hombre, para que, acogiéndola, pueda llegar a la verdadera felicidad.

Pero lo importante de la fe, es vivirla, conformar desde ella nuestra vida. Se vive la fe orientando plenamente la vida hacia Dios, entablando con Él una relación viva de confianza y amor. El creyente confía en Dios, se entrega a Dios y se sabe amado por Él. Y desde Dios, revelado en Cristo, orienta toda su vida.