Tenía ganas de hacerlo. Ver lo que se siente en pareja. Nunca se me han dado bien. Pero por probar no pierdo nada. Aunque las circunstancias están en mi contra. Visto el percal,no me voy a apuntar a bailes de salón en agosto. Se me hace duro bailar un agarrado a cuarenta grados de temperatura. O una bachata sudando por donde no está escrito. Tampoco una salsa en la que la pareja de baile se me queda pegada. O un tango en el Sáhara sin sombrilla. Tampoco un vals de Viena en el paseo de Ourense. No me imagino la transpiración que me puede crear un pasodoble al calor del trópico. Ni siquiera un swing en el Berbés. O un foxtrot en Urzaiz a ritmo de gotas de sudor.

Si ya no tenía ganas de bailar un agarrado, ahora menos. El calor es contrario a que dos cuerpos bailen pegados.

El cambio climático está acabando con los bailes de salón. Es inexorable. Un asunto de máxima importancia en la agenda de todas las cumbres climáticas.