Vaya por delante que, por encima de otras consideraciones, el único interés que me mueve como antiguo vicepresidente del R.C. Celta es apoyar y buscar lo mejor para la institución que hoy preside Carlos Mouriño.

Ahora, debo mostrar mi sorpresa en dos asuntos muy delicados: el de Santi Mina (sobre todo por su proceso judicial) y el de Denis Suárez.

Empezando por el más espinoso y controvertido, creo que, a día de hoy, mientras la justicia no decrete una sentencia firme, aún reconociendo la gravedad del asunto, ya conocida por el presidente cuando lo fichó, el Consejo del Celta debe invocar la presunción de inocencia, defender y apoyar a su jugador sin sumarse al linchamiento mediático.

No es la primera vez, ni será la última, que el Tribunal Supremo revoca, matiza en todo o parte una sentencia recaída en los Juzgados de Instrucción Penal. Ante esto, cabe la prudencia y no entrar a saco hablando del honor y de la ética, porque esa ética debe hacerse extensiva a pasadas actuaciones en los comienzos de la presidencia de Carlos Mouriño, donde tras bajar al equipo a Segunda, donde estuvo unos años, se afrontó un concurso de acreedores con quitas muy perjudiciales para ellos, arguyendo que había comprado un club agusanado (palabras textuales del presidente) y que no encajan muy bien con la realidad, ya que el presidente llevaba al menos tres años como consejero del club y por su experiencia empresarial debía conocer de sobra el estado de las cuentas antes de comprar las acciones.

Si la justicia declara la inocencia de Santi Mina, el daño de hacer este tipo de declaraciones y actuaciones será irreparable y si resulta culpable, será el momento de hablar de ética, de honor y repudio a una actuación, que si se demuestra como consumada, es lo más execrable que una persona puede cometer contra una mujer. Condena sin paliativos si se demuestra la culpabilidad.

En cuanto a Denis Suárez, este es libre de crear una empresa basada en la representación de futbolistas y buscar su beneficio. Estas y no otras, son las reglas del juego para todos. Es la ley del fútbol y el presidente debe saber que los equipos grandes entran a saco en las canteras de los más modestos, lo mismo que el Celta lo hace con los equipos mas modestos incluso del área de Vigo. Rasgarse las vestiduras es un ejercicio de hipocresía. Si se quiere proteger o prevenir ese tipo de actuaciones, es en la Federación Española, la Liga de Fútbol Profesional o el Consejo Superior de Deporte donde hay que dar la batalla y presentar las correspondientes enmiendas. Esa, al igual que el reparto del dinero de las TV, es la gran asignatura pendiente que iría en beneficio del fútbol y de los clubes o SAD.

Mouriño debe reflexionar y hacer también la oportuna autocrítica y si quiere escuchar un consejo, mejorar la política de comunicación del club que está asumiendo en exclusiva con muy poca fortuna de llegada a los aficionados, que empiezan a verlo como una persona dictatorial y caprichosa.

Sería lamentable que la buena labor realizada en muchas áreas y la buena situación económica que se transmite, queden empañadas por actuaciones poco reflexivas y demasiado imperativas. Al final, la buena imagen del Celta y su historia trascenderán mucho mas allá de cualquier presidente. Pasan las personas, pero el Celta siempre estará ahí y la última palabra por encima de las acciones de la SAD la van a tener los aficionados.

*Exvicepresidente del R.C. Celta