Se mete por todas las rendijas. Cubre todos nuestros olvidos. Cubre todo nuestro pasado. Tiñe de negro la risa. Tiñe de invierno el verano. Un ejército de apisonadoras de obrero pobre lo aplana como algo homogéneo. Para algunos es progreso, para otros es regreso. Necesitamos asfalto para ir a por pan en coche. Pero de tanto asfaltar no queda espacio para soñar en otro mundo. Si conseguimos que los gatos no tengan pelo, ¿cómo no tenemos asfalto de colores? Deberíamos pintar las calles multicolor. Cada una con su carácter. Arenal y Beiramar, azules; García Barbón, beige; Urzáiz, granate; Gran Vía, verde; Camelias, verde aqua; Churruca, arcoiris... En Rejkiavik tienen una cuesta pintada toda ella en arcoiris. Y tiene mucho éxito. No creo que sea técnicamente inviable. Todavía hay profes de autoescuela que creen que la calle es solo para los coches. Pero todavía hay más hormigas que coches. Y nunca se irán.