Es un hecho que nunca llegaremos a ser un país. Y no porque el AVE llegue a Vigo dando vueltas alrededor de Conxo. Vueltas como pato laqueado en cena de fin de año. Tampoco porque desconozcamos nuestra gran cultura. No hay chica que se precie que no se haya puesto una camiseta Rosalía, estilo Andy Warhol. Tampoco chico que no haya utilizado una de Castelao o de “Nunca Máis”. Tampoco porque no escriba yo esta carta en gallego. Tampoco porque no tengamos recursos y estemos presentes en todo el mundo. Sí, también en Marte. Nuestra lengua, con variaciones, se habla en Brasil, Portugal, Angola, Mozambique y Cabo Verde. No quiero olvidarme del Bierzo, una parte de Extremadura y Timor Oriental. Y creo que hay mucha cultura en todos esos lugares.

Es una suerte poder entenderte en Aveiro o Mozambique sin necesidad de utilizar el inglés. Podéis probarlo. También en Valença. Pero evidentemente somos parte de la joya de la corona. Enviamos marisco barato a todo el país. Pescado de la mejor calidad. Y a buen precio. Quién se puede imaginar una península Ibérica en Navidad sin percebes, centollas, bueyes o bogavantes? Inviable...

¿Quién se puede hacer una idea de un país sin los mejores productos para hacer un buen cocido gallego? Impensable. Y además solemos trabajar bastante. Y no protestamos demasiado. Nos enviaron a trabajar a Cuba cuando se acabó la esclavitud. O sea que imagínate.

Y cuando estás agobiado de Madrid te coges la autovía y llegas a la bahía de los boquerones . Y si eres capaz de articular dos palabras seguidas en gallego te llamarán inteligente y todo. Somos gente así. Pero recuerda que no somos extrarradio de nada ni nadie. Debajo de nuestra ignorancia hay una capa de sabiduría.