Cada año vemos como se adelantan los preparativos de la Navidad, representados en el alumbrado de calles y centros comerciales. Esto está bien, pero lo que no me parece tan acertado es que proliferen más los árboles y papanoeles, que los belenes y nacimientos. Pues al paso que vamos, nos podemos encontrar con la sorpresa de que nuestros hijos y nietos no van a saber qué es lo que en realidad estamos celebrando en estas fechas, hasta el punto de que a la pregunta de: ¿Qué se celebra el 25 de diciembre?, nos van a contestar: “La llegada de Papá Noel”. Que la figura emblemática de Santa Claus se haya instaurado en nuestros hogares para acompañarnos en tan entrañables fiestas no está mal, pero no debemos olvidar el verdadero sentimiento de la Navidad, conservando los tradicionales belenes, enseñando a nuestros niños, que si bien en la noche del 24 de diciembre, Papá Noel dejará en las chimeneas juguetes y regalos, en esta fecha, celebramos el nacimiento del Niño Jesús. Siendo importante para ello mantener la ancestral costumbre de amenizar nuestras cenas de Nochebuena, con el canto de villancicos, al son de panderetas y zambombas. Porque de otro modo, puede llegar el día, en que perdamos la perspectiva real de lo que estamos conmemorando: la natividad del Dios Nuestro Señor, en la figura de un Niño, para traernos Paz, Amor y Felicidad a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.