Adiós a Fernando Escalera
Alfonso Leyaristy Escalera
Ha fallecido hace pocas horas mi tío Fernando Escalera y pensar en él es volver a abrir el baúl de mi infancia, ese armatoste que me resisto a cerrar pero que lleva lleno algunos años ya y empieza a tener las costuras cedidas. Miro dentro del baúl y veo ahora a mi tío Fernando llegando a casa de mis abuelos en Coruxo, llenando el espacio de una forma muy especial. Dice mi madre que el tío Fernando era guapo cuando en España no había gente guapa, que es una frase que siempre me ha encantado. Ella lo ha adorado toda su vida con admiración de hermana pequeña; un amor inocente, limpio, absolutamente incondicional. Cuánto lo va a echar de menos… Veo en el baúl caras de felicidad, algunas ya tampoco están. Veo las risas que desataba a su alrededor con cualquier comentario ingenioso, siempre risas, hasta llorar, que es la única forma verdadera de reír. Hay personas con un cierto imán y después estaba mi tío Fernando, que era el Polo Norte en movimiento, con esa forma innata de ser el centro de atención, natural, irresistible, despreocupada, generosa.
Asoman del baúl las sobremesas interminables, las mil anécdotas familiares, muchas de su boca y también otras muchas sobre su persona; las historias de su infancia, la de mi madre y mis tíos, San Amaro, Coruxo, Canido, los abuelos, sus primos e incontables amigos… historias de otro tiempo mejor. Yo que no lo viví, o que solo he vivido como herencia sentimental, también lo creo; sin duda debió de serlo. Al llegar a adulto descubres la fragilidad de los adultos, supongo que es la primera bofetada de la madurez. Con los años comprendes la vulnerabilidad que todos escondemos y percibes la verdadera dimensión de tus mayores. Lejos de ensombrecerlos, los hace más complejos, más reales y entrañables. Yo he creído ver en sus últimos años, oculto tras sus bromas y su carácter vital, un fondo de nostalgia de quien ha vivido mucho y busca en las viejas fotos algunas alegrías que no encontraba en su día a día.
Se ha ido como solo supo vivir, a su manera, y evitando molestar en lo posible, rodeado de las risas empañadas de todos los que lo han querido y lo mantendrán vivo en el recuerdo. Hoy ha amanecido un sol radiante tras Cinco Pinitos pero yo veo su querida ría un poco más gris sin él. Perdona, tío Fer, que esta vez necesite algo más de tiempo para reírme.
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